«Ya no vivimos en un barrio perdido»
En 2017, ATD Cuarto Mundo hizo una invitación a escribir, ante situaciones de injusticia y extrema pobreza, historias reales de transformación que muestran que cuando nos unimos en una misma lucha podemos lograr que la miseria retroceda.
En principio los artículos de nuestra página web no están firmados para favorecer un trabajo colectivo, pero en el marco de las 1001 Historias de resistencia, cada persona pone de manifiesto una experiencia personal. La siguiente historia está escrita a partir de una entrevista a Louis Pierre Towsend (Isla Mauricio).
Vivo en el barrio de Richelieu Petite Rivière. Antes de tener una casa, he pasado muchas dificultades en la vida.
Antes, vivía en Longère, un asentamiento de Richelieu. No había electricidad y
tenía que caminar mucho para ir a por agua. Vivíamos en medio del barro. Muchas familias padecían muchas dificultades por el hecho de vivir allí.
- Otras personas de fuera que venían nos miraban mal, hasta el punto que al barrio le llamaban «el barrio perdido», como si nosotros mismos fuéramos personas perdidas.
Entonces intentamos conseguir acceso al suministro de electricidad. Queríamos tener luz para ver claro y porque no todo el mundo podía pagar cada día velas para iluminar un poco su casa. Entonces, todo el mundo se unió para encontrar una solución y para lograr tener suministro eléctrico.
Al mismo tiempo, una mujer que conocía un poco los recursos de la política, vino para ayudarnos a resolver estas cuestiones. Nos dijo: «Ustedes tienen ideas en mente». Las personas presentes dijeron: «Tenemos que hacer una manifestación. Llamar a los periodistas para que conozcan los problemas que tenemos». Tras escuchar esto, tomamos el bus para ir a Port Louis, a los jardines de la empresa eléctrica, y los periodistas llegaron. Hablamos con los periodistas pidiéndoles que transmitieran nuestro mensaje a las autoridades:
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«Nosotros también somos seres humanos. Necesitamos energía eléctrica para poder vivir un poco mejor».
Dos semanas después, el personal de la empresa vino para abordar la cuestión de la electricidad. Buscaron muchos pretextos diciendo que no teníamos dirección postal. «Ustedes no tienen documentación, no tienen esto, lo otro».
Pero anotaron prácticamente todos los nombres de las personas presentes.
Tres meses más tarde, recibimos una notificación que decía que, al fin, teníamos suministro eléctrico.
Entonces seguimos avanzando, uniéndonos. Nuestras casas empezaban a deteriorarse. Y empezamos a pensar qué podíamos hacer, pero si había viviendas en construcción no eran para nosotros. Las elecciones legislativas se iban a celebrar muy pronto. Algunas personas dijeron: «No tenemos otra opción, hay que ocupar esas viviendas. Eso forzará al Gobierno a encontrar una solución para nosotros».
Acordamos actuar todos de la misma forma, todas las personas del mismo barrio nos manteníamos alerta, queríamos avanzar en «un mismo espíritu».
Rompimos las puertas y entramos. Las autoridades amenazaron con enviar a la policía alegando que no teníamos derecho a permanecer allí y que debíamos irnos.
Les dijimos que queríamos saber una cosa: «¿Tendríamos una vivienda?» Resistimos y no cedimos.
Por último, un día, vinieron y registraron el nombre de todas las personas que estábamos allí. Dijeron que se iba a construir un barrio un poco más arriba, «un barrio más pequeño donde ustedes pagarán menos y donde serán ustedes quienes construyan sus propias viviendas».
Nos alivió ver que comenzaban los trabajos de limpieza y de construcción de las viviendas.
Íbamos a tener una casa con energía eléctrica, con agua, un lugar donde podríamos vivir bien.
Así es como todos obtuvimos una vivienda en este barrio. Cuando nos trasladamos aquí algunas personas siguieron llamando a este sitio el «barrio perdido».
Y de repente, un día, no sé quien tuvo la idea de llamarlo «el barrio resplandeciente». Todo el mundo estaba de acuerdo con el nombre, pensábamos que era un nombre bonito.
Antes teníamos que caminar en el barro, cuando llovía no podíamos salir, las niñas y niños no podían ir a la escuela porque por todas partes había barro y llegaba incluso hasta nuestras casas.
Ya no se llama el barrio perdido, sino el barrio resplandeciente. Hay postes de corriente eléctrica, tenemos un casa donde vivir. Junto con nuestras familias aquí vivimos bien.
Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia.