Ventanas abiertas a un talento oculto
Durante la Campaña Pobreza Nunca Más – Actuar Todos por la Dignidad, ATD Cuarto Mundo impulsó la escritura de historias de resistencia y cambio, de luchas colectivas que muestran que si las personas se unen pueden lograr que la miseria retroceda.
Historias de resistencia que ponen en evidencia que la miseria se puede evitar.
La siguiente historia está escrita por Anne Herbiet (Francia)
Iba con frecuencia a visitar a las familias de ese barrio, un lugar en la periferia de Metz, entre la línea del tren y una autovía. En uno de esos apartamentos las contraventanas siempre permanecían cerradas, era donde vivían Jeanne y Henry, aislados del resto del vecindario. Era una pareja que se encontraba en una situación de vida extremadamente difícil, con muchos problemas de salud, y a la que, además, los servicios sociales habían internado a su hijo menor. Por ir a visitarlos recibí muchos reproches en el barrio: «¿Por qué vas a visitar a esos? De todas formas no tienen nada que decir. No hacen nada, pierdes el tiempo. Nosotros no somos como ellos, no son personas recomendables».
Ese verano el grupo de ATD Cuarto Mundo, como todos los años, organizó una semana de talleres con los habitantes del barrio y jóvenes con ganas de compartir su tiempo y sus conocimientos. Entre los talleres propuestos había un taller de informática. Para llevarlo a cabo necesitábamos tener acceso a una toma de corriente eléctrica. Decidí pedir a esta pareja que nos ofreciera este servicio, cosa que aceptaron al instante. El resto del vecindario nos preguntaba: «Pero, ¿por qué se lo habéis pedido a esos? Nosotras también os lo hubiéramos podido ofrecer».
El primer día del festival, la pareja nos miró desde la ventana durante toda la tarde. No bajaron.
El segundo día, al llegar al barrio, con gran sorpresa, descubrimos que Jeanne había puesto una mesa bajo su ventana con todo el material necesario para realizar un taller. Jeanne nos recibió con una sonrisa y dijo: «No se si sabéis, pero sé hacer muñecas de trapo. ¿Podría animar un taller?». Muchos respondimos: «Pues claro, ¡por qué no! ¡Ánimo!».
Al principio, las niñas y niños se mostraron reticentes. En sus casas habían escuchado decir que no debían hablar con esa gente. Entonces, las personas responsables de la animación decidieron acompañar a los niños al taller. Al final del día la mesa estaba repleta de personas que participaban y cada uno llevaba, al terminar, en sus manos, las pequeñas muñecas que habían hecho.
El tercer día, al llegar, nos esperaba otra sorpresa: Henry había puesto otra mesa junto a la de Jeanne. Dijo al equipo: «Puedo enseñar a los niños a hacer pirograbados». Desde luego, aceptamos con agrado. Esa vez no necesitamos ir a buscar a nadie, vinieron a los talleres por su propia iniciativa.
Durante toda la semana estos dos talleres funcionaron al igual que otros tantos y fueron un rotundo éxito.
Las trabajadoras sociales, presentes en el barrio durante la semana del Festival del Saber, descubrieron, como nosotros, todas las habilidades de Jeanne y Henry y a este último le pidieron que organizara un taller en el centro social. A partir de ese momento, al ver el progreso de la pareja, los servicios sociales autorizaron a Jeanne y a Henry, que apenas veían a su hijo, a recibir visitas a domicilio más regulares.
- Cuando pienso en todo el camino que hemos recorrido con ellos durante estos últimos años para que pudieran, por fin, desvelar y ofrecer su conocimiento, pienso que esos momentos que compartimos juntos constituyen la clave para abrir ventanas y sacar a la luz tantos talentos ocultos.
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