Trabajar y Aprender Juntos: un laboratorio del trabajo digno
Creada en la localidad francesa de Noisy-le-Grand en 2002 por ATD Cuarto Mundo, Travailler et Apprendre Ensemble (TAE), cuya traducción sería «Aprender y trabajar juntos», aspira a rediseñar la organización y actividad empresarial junto con personas en situación de exclusión y desempleadas.
El presente artículo ha sido escrito por Julie Clair-Robelet, responsable del Journal d’ATD Quart Monde (original en francés), en marzo del 2023.
Foto: La empresa Travailler et Apprendre Ensemble, en Noisy-le-Grand (enero del 2023). © Carmen Martos
Junto al frío hangar donde se encuentran apilados miles de ordenadores en palés, esperando ser reparados, Myriam Abadi y Antoine Lopez preparan la comida al ritmo de la música. Ambos son empleados de TAE y esta semana se han ofrecido como voluntarios en cocina. Después de comer con gran parte del equipo, vuelven a sus puestos. Myriam se encarga de desmontar una computadora portátil, mientras Antoine clasifica piezas informáticas para reciclar. Tienen claro lo que tienen que hacer, ya que han decidido colectivamente la repartición de las tareas.
- Los 23 empleados de TAE se reparten cuatro tipos de tareas: el reacondicionamiento informático, la renovación de los locales, el mantenimiento de los espacios exteriores y la limpieza de oficinas.
Asimismo, la empresa tiene otra misión: inspirar otras experimentaciones similares, como por ejemplo Térritoire zéro chômeur de longue durée (Territorios cero desempleo de larga duración), ofreciendo a personas que trabajan en estas empresas la oportunidad de formarse en la administración y dirección de este tipo de empresas.
TAE, afirma Laurent Godin, codirector, es en su manera de funcionar, como un «laboratorio». Con la convicción de que es posible ofrecer un empleo a todos y todas, TAE reúne personas «asociadas» que han experimentado la precariedad y la pobreza y personas «acompañantes», que son, sobre todo, licenciadas de escuelas superiores. Todas tienen un contrato indefinido, el mismo estatus y las mismas responsabilidades. Ya sean directores o empleados, aceptan un sueldo reducido que va entre el salario mínimo y el doble de este.
- Pero lo más importante es que aprenden unos de otros y se ayudan mutuamente para construir un colectivo humano respetuoso.
Libertad de expresión
«En TAE hay un 200 % más de humanidad que en otras empresas», dice Myriam Abadi. Myryam trabajó durante años en la restauración donde se encontró con «jefes sádicos, sexismo y una presión incesante». Lamenta la falta de empatía y de escucha en varios de sus trabajos.
«No podemos dejar nuestros problemas de lado. Si alguien está sufriendo violencia conyugal o tiene que cuidar de familiares enfermos, repercutirá inevitablemente en su trabajo. Los jefes tienen familia, ¿cómo no pueden entender esto y reaccionar antes de que la persona empleada no pueda más? ¿Intentar escucharlo y adaptar la situación antes de que estos problemas tengan repercusiones en su propia empresa?», se pregunta.
Para ella, «cuanto más sólida sea la relación de los responsables de empresa con la «gente de abajo», más posibilidades tiene la empresa de tener éxito. Basta con ver cómo la plantilla saluda al personal de limpieza para darse cuenta del ambiente de una empresa».
Antoine Lopez, empleado «acompañante» desde hace tres años, ha visto llegar a TAE «gente deteriorada por el trabajo». Poco a poco se van reconstruyendo, cada cual a su ritmo, «sin tener la productividad como primer referente». «Aquí si llegas tarde o faltas un día no te dan un aviso, no te despiden. A algunas personas este trabajo les permite vincularse a otras personas. Para otras, es una oportunidad de evadirse un poco de los problemas que tienen en casa y sentirse útiles para la sociedad», afirma. Trabajar en TAE es sobre todo un «sueldo y un techo» dice Cathy*, que no siempre ha estado «bajo techo». Pero también es «salir y celebrar los cumpleaños, poder expresarse libremente sin miedo a que te despidan, que te acepten tal y como eres», añade. Todas las semanas se realiza igualmente una «investigación de ambiente» de manera anónima para que cada miembro de la plantilla pueda expresarse y dar su opinión.
Salvatore Buonincontri empezó a trabajar en la restauración a los 13 años. Durante años, se levantó a las 4 h de la mañana hasta que a los 50 años se encontró en el paro. Cuando llegó a TAE, no tenía ningún conocimiento informático. Ahora se siente orgulloso de saber «montar y desmontar un ordenador y poder enseñar a otras personas a hacerlo».
«Gano menos que antes, pero aquí no me presionan y si tengo un problema los demás intentan ayudarme. Hay que saber lo que uno quiere en la vida…», dice con una sonrisa.
Roselyne*, por su parte, acumulaba un trabajillo tras otro: asistenta, operadora, cuidadora a domicilio… Desde hace 9 años está contenta de tener, finalmente, «un trabajo estable y un equilibrio de vida».
Capacidad de adaptación
Sin embargo, no todo es de color rosa. Las experiencias escolares y vitales de las personas empleadas difieren enormemente, lo que a veces crea una falta de entendimiento importante. «Los problemas empiezan cuando no conseguimos entendernos y, entonces, nos enfadamos. A veces se hace a gritos y se gasta tiempo y energía. Pero, al final, una vez que la gente aprende a respetarse, siempre logramos encontrar una solución» dice Laurent Godin. Hay que tener en cuenta también que cada uno tiene su propio ritmo y «saber que, aunque pueda haber problemas y malentendidos, merece la pena vivirlo», subraya Antoine Lopez.
A pesar de las dificultades, TAE consigue salir adelante. Cada año vende entre 800 y 1000 ordenadores reacondicionados y crea varios contratos con otros colectivos, empresas o particulares, ya sea para obras o para renovar un parque informático. La empresa va aprendiendo paso a paso. «No buscamos ser una empresa perfecta, sino una empresa con excelente capacidad de adaptación. Si la tenemos, es porque nos censuramos muy poco. Nunca decimos que algo es imposible, lo intentamos y de ello sacamos siempre algo positivo», concluye Laurent Godin.
*Algunas de las personas empleadas no han querido dar su apellido.