Sr. presidente, contamos con usted, usted también puede contar con nosotros
Intervención de Martine Le Corre, delegada general adjunta del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo con motivo de la visita del presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, al Centro de Promoción Familiar de ATD Cuarto Mundo, el 10 de septiembre de 2018 en Noisy le Grand.
Señor presidente, para empezar, hemos hecho una ronda rápida de presentación y me gustaría añadir algunos elementos de mi historia.
Vengo del mundo de la pobreza. Siendo niña, en la escuela, fue cuando descubrí que los demás no vivían la misma historia que la que yo, la misma historia que vivíamos todos los vecinos de nuestra barriada provisional. En la escuela, siendo niña, fui víctima de las primeras humillaciones, las primeras exclusiones. Sin embargo, señor presidente, a mí me gustaba la escuela, era una buena alumna y sin embargo la escuela no quiso ni a la niña que yo era entonces ni a lo que representaba, no me dieron ninguna oportunidad.
Aún resuenan en mí las palabras de una de las profesoras. Tenía diez años: «¡Tal vez un día conseguirás convertirte en pastora de vacas, a condición de que el conjunto no sea demasiado grande!». Era mi destino. Estaba completamente demolida. Tuve la suerte de encontrar este Movimiento y, aquí, he sentido que se esperaba algo de mí y me he sentido respetada. Han contado conmigo y yo también he podido contar con otras personas. Pero, poder dar lo mejor de mí misma y llegar a confiar en otras personas, me ha llevado mucho tiempo, mucho tiempo. Lo que soy capaz de hacer y de vivir hoy día, es el resultado de un largo camino. No me he convertido en pastora de vacas, con todo el respeto que tengo para quienes lo son, sino una ferviente militante de la lucha contra la miseria. Actualmente soy miembro del equipo de Delegación General del Movimiento ATD Cuarto Mundo que mantiene un diálogo directo con los equipos en el mundo y contribuye a las grandes orientaciones del mismo y esto, señor presidente, sin tener que renegar de los míos, del medio social al que pertenezco y del que estoy sumamente orgullosa.
Señor presidente habrá podido constatar, a partir de las diferentes intervenciones realizadas en torno a esta mesa, que procedemos de experiencias de vida y de ámbitos muy diferentes. Algunas personas aquí, si me puedo permitir la expresión, no sé, pero así es como me quiero expresar, algunas personas han nacido en el lado bueno de la barrera y otras en el lado malo. Algunas personas durante toda su vida han experimentado la vida en situación de extrema pobreza y para otras personas no ha sido así en absoluto. Cuando se nace en el lado malo y, junto con otras personas aquí presentes, es de ahí de donde provengo, señor Presidente, insisto en decir que no basta con tener un poco de valentía o de audacia, que para poner fin a la pobreza no es suficiente con desearlo. Vivir en situación de extrema pobreza es experimentar un cúmulo de precariedades en áreas como la vivienda, la educación, la salud y el trabajo, los ingresos. Cuando hablamos de pobreza, no hablamos de un «accidente en el itinerario» individual, sino que nos referimos a toda una población, a todo un medio social que sufre exclusión, humillación y vergüenza que se transmite de generación en generación. Se ha hablado de nosotros como subproletariado, casos sociales, marginales, ciudadanas y ciudadanos de segunda, de quienes no se espera nada, considerados como inútiles, incapaces, personas que han tirado la toalla, personas dependientes de la asistencia social.
- Nos acusan con frecuencia de ser unos aprovechados, defraudadores, vagos, que prefieren «rascarse la barriga» con el Ingreso Mínimo Social [RSA por sus siglas en francés] antes que trabajar. Quienes se expresan de este modo ignoran por completo lo que vivimos a diario, están demasiado lejos de nosotros para observar el grado de coraje, tenacidad y resistencia que necesitamos a diario para mantenernos como mujeres y hombres en pie. Vivir en situación de extrema pobreza, señor presidente, no es vivir, es sobrevivir.
Vivir en la extrema pobreza, es gestionar algo que no se puede gestionar, pasar a diario de una emergencia a otra. Es mantener una lucha en todos los frentes y al mismo tiempo. En ocasiones nos sucede que tenemos, como decimos nosotros, una agenda de ministro. En un mismo día podemos tener una cita en la escuela, con la trabajadora social o el juzgado de menores. Tendremos también que ir a la distribución de ayuda alimentaria, con la vergüenza metida en el cuerpo.
- Entonces, ¿qué podemos hacer para superar la pobreza y sobrepasar la ignorancia que se tiene de nosotros? Nos parece que una de las claves es la participación efectiva de las personas en situación de extrema pobreza en las instancias en las que se supone que se trabaja en cuestiones de lucha contra la pobreza. Esta participación es exigente.
Si no queremos que sea algo ficticio o que sirva simplemente como pretexto, requiere de una serie de condiciones: yo diría que la primera sería reconocer que todo saber es parcial y que necesitamos enriquecer el saber de las demás personas, que las personas en situación más grave de pobreza, en razón de su experiencia de vida, son portadoras de un conocimiento propio, un saber necesario para la construcción de un mundo sin pobreza, un saber que debe cruzarse con quienes detentan otros saberes para, conjuntamente, buscar soluciones a esta lacra que es la miseria.
Me gustaría también abordar el hecho de que Francia hizo suyo un enfoque de la extrema pobreza inspirado en el Informe de Joseph Wresinski en el CES [Consejo Económico y Social de Francia] en 1987 y en la placa conmemorativa en la plaza del Trocadero, que entienden que la miseria es una violación de los derechos humanos e invitan, no solo a reducirla, sino a erradicarla y a asumir como un imperativo unirnos para lograrlo.
En base a este enfoque nace, en 1998, la Ley contra las Exclusiones en Francia. En el ámbito internacional, si la cuestión de la extrema pobreza desde una perspectiva de derechos humanos se ha convertido en algo indispensable para los organismos y agencias de las Naciones Unidas, es por la gran contribución de Francia. Poco después del dictamen del CES, Joseph Wresinski interpeló a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra respecto a la indivisibilidad de los derechos humanos. Le han seguido otras resoluciones que han conducido a la creación en las Naciones Unidas de la figura del Relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, adoptada en 2012 por la ONU. Sin el continuo esfuerzo de Francia, no se habría logrado nunca adoptar los Principios Rectores sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos que son un instrumento para los Estados y para la ciudadanía con los que luchar contra la miseria y vivir los derechos humanos con las personas en situación más grave de pobreza.
Joseph Wresinski decía que no hay maestros en esta cuestión de la miseria y los derechos humanos, todos somos aprendices. Cuando Francia es capaz de decir, en el ámbito internacional, que la miseria existe en nuestro país, que es necesario luchar contra ella, y además comparte un compromiso, está abriendo caminos para los demás. Lo que es, señor presidente, aún más importante para nosotros, pues ATD Cuarto Mundo es un movimiento internacional de lucha contra la extrema pobreza.
Me gustaría concluir, señor presidente, diciéndole lo mucho que contamos con usted y que usted puede también contar con nosotros.