Resistir al desempoderamiento
Dibujo: El vínculo madre-hija, 2022 © Hélène Perdereau / ATD Cuarto Mundo
Entre los diversos esfuerzos realizados para difundir los resultados de la investigación internacional participativa sobre Las dimensiones ocultas de la pobreza, el Foro por un Mundo sin Miseria ha animado una serie de diálogos con 40 corresponsales de la Carta a nuestros Amigos en el Mundo.
En este artículo publicamos la reflexión de la hermana Thérèse Ricard1, corresponsal en el Líbano del Foro por un Mundo sin Miseria, en torno a su relación con Josiane a lo largo de los años, a la luz de los resultados de esta investigación. Su relato muestra diversas claves para construir relaciones que apuesten por la emancipación de las personas en situación de pobreza extrema, relaciones liberadoras para todas las personas implicadas en ellas.
Josiane vino sola a Beituna
Alguien le había dicho que allí encontraría a personas cercanas. Cuando pienso en ello, veo que era un paso muy nuevo para ella. Ya no recuerdo los detalles de lo que hablamos. Pero sí sé que a partir de ese momento fui a menudo a visitarla. En la habitación insalubre donde vivía pude ver la inmensa soledad de esta mujer que no veía a nadie, que se «mostraba» el viernes por la noche comenzando el fin de semana para lograr ganar algo de dinero “haciendo auto-stop”. Bebía mucho café, fumaba. En las paredes de su habitación, las fotos de anuncios de leche Nestlé mostraban bebes de hermosas mejillas regordetas, que me llamaron la atención.
Una amiga de Beituna me pidió un tiempo más tarde poder estar cerca de alguna familia o alguna persona. Le propuse que se acercara a Josiane para ser su amiga, porque vivía una profunda soledad. Pero vino después de un tiempo, decepcionada, diciéndome: “le he dicho a Josiane que debía ver a un médico, pero no quiere. Le busco un sustento más honesto, pero no quiere. No logro hacer nada”. Sin embargo, mi proposición había sido “ser su amiga”, pero eso era tal vez poco habitual y más difícil para ella que pensar en su lugar.
Por mi parte a mi me parecía normal que hubiera entre Josiane y yo momentos para “familiarizarnos mutuamente”, momentos de simple encuentro, sin intentar entrar en lo que no quisiera dar a conocer de su vida. Tenía muchas ganas de mantener la relación, de crear una verdadera confianza.
Yo no tenía las respuestas, me quedaba «al margen», quería estar al servicio de sus propios recursos. Escucharla. Activar, gracias a nuestra relación, lo que lleva dentro. ¿Debería haber hecho más? No me sentía llamada a hacerlo, ¿puede ser que le haya fallado por no implicarme antes?
Para mí esta amistad con Josiane era como una escuela de vida
[Me empujaba a] descentrarme de mí misma para estar al servicio de su vida. Algo que ha marcado desde entonces mi relación con otras personas.
Mi deseo era que Josiane no estuviese sola, que viera que tenía una “aliada”. Yo sé que en la acción social hay objetivos precisos de integración a la sociedad que ejercen sus propias presiones. Pero para mí, mi objetivo, era la relación.
A menudo escribía lo que decía: “No puedo más, voy a explotar… Voy a morir…” ¡Cuántas veces he escuchado estas palabras! Josiane vivía al límite de lo soportable, es una experiencia de muerte y desesperación. Es una llamada a la relación.
Yo sentía que su rechazo participar con las personas que buscaban influenciar su estilo de vida era una forma de resistir: su experiencia le había hecho ver que cuando no respondes a los criterios sociales, a las costumbres, a las maneras de hacer… llamas la atención y el resultado de eso es la marginación, la estigmatización, la exclusión… porque se juzga el comportamiento como demasiado desviado. Josiane no tenía nada y no había recibido ninguna educación. Pero lo que sí tenía era la capacidad de hacer frente a todo eso cotidianamente. Me sentía bien pequeña al lado de toda su fuerza, su resistencia. Nuestra amistad le permitía despertar poco a poco su libertad, tener el coraje de arriesgarse a ejercerla.
Un momento clave en nuestra relación
Éste se dio cuando Josiane se quedó embarazada. La escuché hablar de sus tentativas de abortar. Y al mismo tiempo, percibía que deseaba tener a este bebé. Pero tenía miedo de que se lo quitaran.
La historia de Josiane como madre es trágica:
– Ya había tenido hijos que fueron retirados al nacer. “Han nacido muertos”, le dijeron. Pero ella no se lo creía.
– Ha sufrido fuertes presiones para que abortara, juzgada incapaz de criar a un hijo.
Josiane tuvo mucha lucidez: “No iré a dar a luz al lugar al que la asociación DA (para madres solteras) me ha enviado las otras veces, preferiría dar a luz en la acera”.
Por decidir traer a su hijo al mundo, tuvo que enfrentarse a los trabajadores sociales, enfrentarse a la sociedad. Es un combate, una acción. La admiro mucho: su coraje, su decisión, su compromiso por su hijo. Josiane no soporta que otros decidan por ella, quiere emanciparse de esta amenaza, decidir por ella misma.
En este combate por el hijo que iba a nacer, yo me comprometí personalmente por su libertad, su decisión. Recibí fuertes críticas de la asociación DA. No logro comprender su manera de actuar y por lo tanto no pudimos colaborar. Gracias a algunos amigos, pudimos hacer lo indispensable: una nueva vivienda, menos insalubre, seguimiento sanitario del embarazo, costos del parto, presencia en los primeros cuidados del bebé, guardería para recibirlo, trabajo para Josiane. Y sobretodo la amistad.
Contrariamente a la mayoría de los libaneses que ignoran lo que vive la gente desprovista de documentos de identidad, Josiane conoce bien este problema en su barrio. Ella no quería que su hijo se quedara sin identidad, es decir, sin ningún derecho. Además, en el Líbano, sólo el padre transmite la nacionalidad libanesa. ¡Tuvimos que inventar las respuestas que Josiane podría dar para convencer de que el «padre desconocido» de su hijo era libanés!
Josiane mantiene el contacto conmigo, pero rechaza totalmente la intromisión de la asociación DA que, desde mi punto de vista, le falta totalmente el respeto, señalándola en sus informes escritos como «incapaz, cerrada, promiscua…»
Cuando su hijo llegó a la edad escolar (4 años) la asociación DA lo inscribió en un orfanato y, al mismo tiempo, Josiane fue llevada a prisión bajo el pretexto de que habría robado un teléfono. El mundo se le cayó encima a pedazos: el niño, privado de todo contacto con su mamá, entró en depresión. Josiane perdió su trabajo y su vivienda por no pagar el alquiler. Salió de prisión al cabo de algunos meses, sin juicio, en pleno invierno, encontrándose en la calle.
La asociación DA la empleó como personal de limpieza, Josiane empezó a depender de la asociación por un pequeño salario (la mitad del salario mínimo) y también para tomar todo tipo de decisiones. Tiene miedo. Siente que la quieren privar de su relación con su hijo, que la vigilan, juzgando su vida privada, la manera de mantener su casa, etc, y que la pueden echar si se resiste.
Un día, harta, les negó el acceso a su casa.
He tenido que lidiar con los reproches y descontentos de la asociación en varias ocasiones. Me decían constantemente algo que me choca: «para nosotros, lo que cuenta, es el niño» y yo respondía: «para mí, lo que cuenta, son las dos personas, la mamá y el hijo y también el vínculo entre los dos». No puedo admitir que se olviden de Josiane, que la consideren insignificante.
Fue a través de Beituna que Josiane vino a buscarme. Siempre es recibida amablemente. Pero las heridas profundas en la vida de Josiane hacen que todavía no sea capaz de confiar en las relaciones humanas que se le ofrecen, ni de sentirse ella misma. Mantiene un contacto inconstante. Y Beituna aprende a tomar en cuenta a las dificultades de relación de las personas más frágilizadas por la vida.
En el centro de todo lo que ha vivido, percibo varias realidades
Las privaciones: durante años ella ha tenido que sobrevivir de la prostitución, víctima de la explotación y de la humillación, arriesgando su salud. También ha hecho el esfuerzo de levantarse muy temprano en la mañana para ir a recolectar en las calles botellas vacías de cerveza o de otras bebidas para venderlas por peso. Ella que nunca tuvo alimento, ropa o facilidades en su casa, intentaba así tener lo suficiente para poder ofrecerle pequeñas cosas a su hijo. Ella que nunca fue a la escuela, se sintió muy orgullosa de mandar a su hijo a estudiar. Ha conocido la vida dura de la calle, la incomodidad, el cansancio y, sobre todo, la violencia. Los vecinos del edificio la llamaban «loca» y ella perdía los nervios con ellos… No tenía otra manera de defenderse.
El desempoderamiento: no tener capacidad de acción provoca mucho sufrimiento, pero también resistencia y combate, a pesar del estrés y la desesperación.
Las dinámicas relacionales: la pérdida de confianza en otras personas, la soledad. Los servicios sociales que responden ignorando a las personas, humillándolas, no creyendo en ellas, destruyendo el vínculo materno. Los prejuicios, la dominación, el control, la negación de sus derechos.
Las contribuciones no reconocidas: Josiane sabe mejor que la mayoría de los libaneses cuántos niños se quedan sin identidad por culpa de la ley libanesa. Ella ha luchado por esquivar esta ley y a veces aconseja a otros cómo hacer frente a esta situación.
- Miembro de las Misioneras Franciscanas de María y aliada del Movimiento ATD Cuarto Mundo, Thérèse Ricard ha pasado la mayor parte de su vida en Oriente Medio, especialmente en el Líbano. En 1999, cofundó la asociación «Beitouna» -que significa «nuestra casa»- situada en un barrio multicultural de Beirut, Nabaa. La ética desarrollada en las acciones llevadas a cabo por Beitouna son el respeto a cada persona independientemente de su situación y creencias, y la solidaridad, dando prioridad a las personas más desfavorecidas.