Repensar la actividad humana
Este mensaje, dirigido a los Estados Generales del Desempleo y el Trabajo1, organizados por el Movimiento Nacional de Desempleados y Precarios 2 en París los días 5 y 6 de marzo de 1988, fue grabado por el padre Joseph Wresinski antes de la operación a la que fue sometido en febrero de ese mismo año. Tras su muerte, el 14 de febrero, los organizadores de los Estados Generales decidieron presentar este mensaje en su sesión de apertura.
En una época en la que, entre otras cosas a raíz de la pandemia de la covid-19, muchas personas han quedado desempleadas, este texto nos invita a repensar la actividad humana de manera que permita a cada ser humano acceder al trabajo y a la dignidad que este confiere y, al mismo tiempo, a la cultura que le permite participar plenamente en la vida de la sociedad.
Derecho al trabajo y derechos humanos
La importancia de los Estados Generales del Desempleo y el Trabajo 1 y de los asuntos que allí se debatirán es evidente.
- Son importantes para las personas trabajadoras actualmente desempleadas o amenazadas por el desempleo. Pero más allá de eso, tienen su importancia para una sociedad en su conjunto que actualmente vive el desafío de repensar la igualdad del derecho al trabajo y a la participación en el marco de la realización de todos los derechos humanos. Estos Estados Generales serán un progreso en la medida en que sean capaces de examinar las realidades del derecho al trabajo en el contexto de la indivisibilidad de todas las libertades y derechos humanos y de la ciudadanía.
¿Cuál es nuestra posición al respecto?
La insuficiencia de una “gestión social del desempleo”
En una sociedad en la que ganarse la vida mediante el trabajo se ha convertido progresivamente en el principal medio —casi absoluto— de demostrar la propia dignidad como ser humano y como ciudadano, durante varias décadas hemos dejado de estar vigilantes, a la hora de garantizar de manera concreta el derecho al trabajo hasta los niveles más bajos de la escala social.
Y lo que es más grave, en la parte inferior de la escala, los sistemas de seguridad que hubieran permitido a las personas desempleadas mantener su estatuto de trabajadores y una protección para sus familias también han seguido siendo inaccesibles.
- Esta falta de garantías, que ya existía antes de la desaceleración y de los grandes cambios económicos, hizo que, con el aumento del desempleo de larga duración, sobre todo entre los hombres y mujeres menos cualificados y a veces analfabetos, se agravara también el estado de exclusión del estatuto y de los derechos adquiridos de los trabajadores.
Puede decirse que hoy, a medida que aumenta el número de personas afectadas, se han hecho más visibles las deficiencias que hemos tenido a la hora de aplicar los derechos humanos reconocidos por la Constitución. Estas carencias conmocionan cada vez más a la opinión pública, que durante décadas los había ignorado. Por lo tanto, hoy en día ya no puede tratarse de «gestionar» el desempleo. Ya que ninguna «gestión» ad hoc y temporal a través de un «trabajo mínimo» o una formación técnica que no dé acceso al mercado laboral o a la participación contribuye a restablecer los derechos.
El doble deber del estado: garantizar el derecho al trabajo y el derecho a la cultura
Aún cuando siempre será cierto que la creación de empleos y el establecimiento de programas de formación profesional a gran escala son un deber absoluto del Estado, no puede seguir dependiendo únicamente de la buena voluntad o de la ideología de tal o cual partido en el poder. Se requiere un consenso nacional para que el desempleo deje de ser una prerrogativa de rivalidades políticas cambiantes.
Pero también se requiere otro consenso nacional sobre el valor real del tiempo que los trabajadores pasan desempleados. Funcionarios, empleados, directores, maestros, trabajadores autónomos hablan cada vez más de la necesidad, en la vida laboral moderna, de años sabáticos, de tiempos de reciclaje libre, de excedencias voluntarias… Reivindican y obtienen, con razón, este tiempo, que no está destinado en absoluto a una mayor formación dirigida específicamente a su ámbito profesional, sino a una considerable ampliación de su formación cultural más general.
Así pues, quienes siguen en la carrera hacia una mayor participación en la vida económica en el futuro no se equivocan en cuanto a la exigencia fundamental de un sólido enriquecimiento cultural. Por desgracia, este medio [cultural], aún más necesario para las personas desempleadas de larga duración, a menudo desculturalizados o muy poco cultivados, es completamente inexistente. De manera general, a la clase obrera se le ha privado siempre se le ha privado de la cultura, en el sentido más amplio de la palabra. Han tenido que construirse a sí mismos y salir de la pobreza gracias a la fuerza de sus proprias manos y a su organización.
Los y las trabajadoras en situación de extrema pobreza no tienen esta posibilidad. Desde ahora la cultura es un derecho y una necesidad absoluta para estas personas.
Por lo tanto, un segundo deber inexorable del Estado es el de asentar mejor los derechos y las libertades humanas, tomando medidas necesarias para que el tiempo de desempleo, cuando no se puede evitar, se transforme en un tiempo sabático. Un tiempo en el que las personas afectadas puedan realmente retomar fuerzas, desarrollar competencias, dominar nuevas técnicas, pero sobre todo, a través de todo esto, adquirir una cultura universal de la que siempre han carecido para alcanzar una situación de igualdad, tanto en la vida económica tanto como en la vida misma.
En conclusión
Es imprescindible luchar para que todas las personas tengan un trabajo valioso y puedan tener la honra de que se les considere como trabajadores y trabajadoras de calidad. Pero precisamente, para tener éxito en esta lucha fundamental, es necesario al mismo tiempo luchar sin cesar para que el tiempo de desempleo, a veces temporalmente inevitable, sea un tiempo sabático para el progreso humano y cultural. Un tiempo de formación la más amplia posible, incluyendo la participación en los sindicatos, la política, la religión y la creación artística.
Por lo tanto, el Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo pide a los Estados Generales del Desempleo y del Trabajo que exijan el derecho a la cultura para las personas desempleadas de larga duración, para todas las personas desempleadas y para toda las personas trabajadoras con un nivel modesto de formación que se ven amenazados por el desempleo. Que exijan que se tomen medidas significativas para que el doble derecho al trabajo y a la cultura esté contenido irreversiblemente en los deberes del Estado.
Fotos © François Phliponeau/ATD Quart Monde.