¡Por fin libre!
En 2017, ATD Cuarto Mundo hizo una invitación a escribir, ante situaciones de injusticia y extrema pobreza, historias reales de transformación que muestran que cuando nos unimos en una misma lucha podemos lograr que la miseria retroceda.
En nuestro sitio web para favorecer una expresión colectiva intentamos no firmar los artículos, salvo en casos excepcionales. En este caso se trata de personas precisas que intentan poner en valor historias experimentadas en primera persona.
La siguiente historia está escrita por Denis Gendre (Francia).
El sábado, al final de la tarde, recibo una llamada telefónica. Badis me informa que se encuentra en un centro de detención tras un control de documentación; se le va a juzgar el lunes por la mañana y corre el riesgo de expulsión de Francia en los próximos días. Estoy completamente abatido.
Badis llegó a Francia hace cerca de diez años. Como tantas otras personas migrantes, presentó una solicitud de permiso de residencia y cada seis meses recibe un documento que le autoriza a permanecer en territorio francés, pero sin derecho a trabajar. ¿Cómo lograr vivir dignamente en tales condiciones?
Badis ha realizado numerosos empleos sin declarar, que son la puerta abierta a todos los abusos posibles por parte de sus sucesivos empleadores. Después de que le recibiera un tiempo su familia, ha vivido en centros de acogida cuando podía y si no, en sótanos, garajes o automóviles.
Conocí a Badis hace dos años; vivía en un centro de acogida antes de que le expulsaran y pasara a vivir en una casa ocupada. Cuando le hablé del Movimiento ATD Cuarto Mundo, enseguida quiso sumarse. Me dirá poco más tarde: «Encontré mi forma de pensar, la libertad y la dignidad que había perdido hacía años. Encontré a la familia que había perdido hacía tiempo».
Entonces, Badis participa activamente; atrae la profundidad de su pensamiento, su delicadeza y el hecho de estar atento a los demás. También sucede lo mismo en la ciudad donde encontró refugio desde su llegada a Francia. Badis es solidario con las personas en situación extrema de pobreza, aun cuando, él mismo, lleva una vida muy difícil.
- «Ya va a hacer cerca de diez años que vivo en estas condiciones, pero tengo la sensación de que he vivido cuarenta años así, porque, vivir en situación de miseria desgasta mucho; la jornada es más larga que cuando llevas una vida normal; es necesario tener una extraordinaria fuerza para resistir».
Tras nueve años de espera, Badis recibió una respuesta negativa por parte de la Prefectura y tenía que abandonar el territorio francés. Badis presentó un recurso de revisión de la decisión pero, entretanto, se encuentra en una situación ilegal que aumenta su angustia. Le había dicho que si, por desgracia le detenían, tenía derecho a avisar a una persona de su elección. Es lo que ha hecho esta tarde desde el puesto de policía. Al saber la noticia se pone en marcha una cadena telefónica para avisar al mayor número de personas que Badis conoce y se establece un movimiento de solidaridad. Quienes militan en las asociaciones de defensa de personas migrantes comparten su práctica de movilización y ayudan a su estructuración. El lunes por la mañana más de setenta personas estamos presentes en la entrada del tribunal para apoyar a Badis, pero, al final, le conducen directamente al centro de detención desde la comisaría. Nos enteramos que le convocarán más tarde en otro tribunal.
Mientras tanto, la red de solidaridad sigue creciendo y somos más de cien personas. Cada persona recibirá, durante una semana, un correo electrónico diario con información sobre la evolución de la situación. Entre otras personas: un senador, un diputado-alcalde, el alcalde de la ciudad en la que vive Badis y un concejal, un auxiliar parlamentario, etc.
Se invita a cada persona a escribir al prefecto para expresar la situación de auténtica integración en Francia de Badis. También contactamos con un abogado especialista que defienda a Badis ante el tribunal y organizamos turnos de visitas al centro de detención. Quienes no le pueden visitar le muestran su apoyo por teléfono.
Durante cuatro días, Badis recibe sucesivamente visitas como nadie antes había recibido, según los guardias de seguridad. Cuando le encuentro, comparte las duras condiciones en las que se encuentran las personas que están detenidas, especialmente las familias con menores, en ocasiones muy jóvenes. Badis me explica que en cuanto recibe paquetes, redistribuye los dulces, galletas y cigarrillos que le ofrecen quienes le visitan para aportar, en la medida de sus posibilidades, un poco de paz en este lugar y añade: «Los policías hablan más con las personas y estas se muestran menos agresivas que al principio». Cuando le pregunto que cómo hace para vivir esta solidaridad mientras que vive tan preocupado por su propio futuro, me responde: «Esto me permite ser libre». Por otra parte, un guardia de seguridad me comenta: «Tendríamos que tener cien como él para que en el centro haya paz».
El jueves, más de cuarenta personas esperamos en el tribunal. De manera excepcional y porque han ido conociéndolo, los policías aceptan llevar a Badis un poco antes a la sala de audiencias para que podamos hablar con él. Es un momento de profunda emoción: toma tiempo para abrazar a cada persona, para preguntar por unos y otros y hacer bromas. Debido a un defecto de procedimiento durante su detención, el juez libera a Badis. Como el fiscal de la República recurre la sentencia, no es sino el sábado siguiente cuando realmente se confirma que no va a ser expulsado del país.
Tras una semana de descanso para recuperarse un poco de estos días terribles, Badis vuelve a solicitar su permiso de residencia y, con el apoyo de amigos competentes que se encontraron gracias a la movilización, ahora puede, por fin, realizar proyectos y empezar a construir su futuro.
Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia