No estuvimos solos
Vivi Luis y Maritza Orozco, 2018 ©ATD Cuarto Mundo
A lo largo de este texto, Vivi Luis, militante de ATD Cuarto Mundo en Guatemala, cuenta sus primeras reflexiones para que familias muy pobres de su colonia y otras aledañas no estén solas durante la pandemia, uniéndose a otros para seguir luchando contra la pobreza y la desigualdad a través del cuidado mutuo y la solidaridad, valores aprendidos de Maritza, su madre.
En esos momentos en los que empezaba el confinamiento, lo primero que nos vino a la mente fue qué va a pasar con las familias. También nos preguntamos por las artesanas del proyecto de creación Trabajar y Aprender Juntos (TAJ): ¿qué va a pasar con las que tienen más dificultad? Sabíamos que a ellas debíamos seguir apoyándoles con su viático, y creíamos que otras artesanas podían encontrar apoyo a través de algún familiar como la mamá o los hermanos…
Con eso en la mente, pasé a visitar llevando los viáticos a las artesanas que no tienen otro ingreso más que ese. Al llegar a casa, lo comenté con mi mamá. Como a las 11 de la noche, de pronto, se levantó de su cama.
—¡Vivi, estoy pensando en una familia! —me dijo preocupada.
—Má, yo en otra —respondí.
—¿Pensaron en tal artesana? Ella trabaja en el mercado y ahora el mercado no está generando ingresos, ¿quién va a sostenerla? Su mamá vende en la puerta de una escuela y ahora está cerrado. ¿Sus hermanas? Todas están casadas y la prioridad serán sus propias familias… —continuó.
Tener a mi mamá a mi lado es clave para mí, siempre me empuja, me anima y me aconseja. Ella es una mujer sabia, y esa noche tenía razón: muchas familias no iban a tener apoyo de otros. Me quedé pensando qué puedo hacer. Además de las artesanas del taller, conozco a muchas otras familias que iban a vivir algo difícil, personas que viven del día a día y ya no podían salir.
Esta solidaridad ya la tenemos como seres humanos
—Podemos ver con quiénes de nuestros amigos preparamos una bolsa de alimentos para apoyarlas. No vamos a repartir dinero, se trata de apoyar con la ayuda de amigos de la familia —sugirió mi hermano.
Mi familia estaba emocionada, mis hermanos hicieron las listas con nombres de personas que podían apoyarnos.
El equipo en la Casa Cuarto Mundo ya había reflexionado también sobre como apoyar, y los amigos y aliados del Movimiento estaban preguntando qué está pasando con las familias, cómo están viviendo.
¡Ya eran 15 días de estar encerrados! Nos movilizamos y nos unimos porque todos ya nos habíamos hecho las mismas preguntas. Pienso que la solidaridad ya la tenemos como seres humanos, a veces sólo hace falta un pequeño empujón. Muy rápido las personas contestaron: ¡puedo dar! ¿a qué cuenta hay que depositar?
Me puedo dar el lujo arriesgado de ir a encontrarla.
Para mí, doña Tania es una mujer muy importante porque siempre me da aprendizaje y me pone al tanto de otras familias que viven en La Arenera planta alta. No piensa sólo en ella, está pensando también en sus vecinas, en sus hermanas…: “En estos momentos, todos necesitamos” –decía. Como yo no podía visitar a todas, a través de ella podía saber cómo estaban doña Celia, doña Jose, doña Alba…
La Arenera está dividida en dos partes. Doña Tania tiene la mirada de las familias de la planta alta, y yo tengo la mirada de las familias de la planta baja porque vivo ahí. Me puedo dar el lujo, decía yo, el lujo arriesgado de ir a encontrar a doña Tania porque vivo en la misma colonia. Quería saber, lo que en realidad estaba viviendo, si se estaba fragilizando o no. Era importante escucharla.
No la podíamos dejar sola dos semanas
Doña Wanda es una mujer que sufre mucho. A veces no tiene la fuerza para levantarse, hay que estar con ella, motivarla, acompañarla y platicarle porque vive sola. En realidad, es una familia muy pobre.
Por esta pobreza, mucha gente la aisla y la señala. La gente dice que son pobres, que tienen la casa llena de chatarra… Sus sobrinos juntan latas y todo lo que se pueda reciclar, por eso tienen bombos llenos de cosas fuera de su casa. La gente siempre les anda gritando porque tapan el camino, porque queman y producen humo… por cualquier cosa. Así es su vida.
Ella también forma parte del taller de TAJ. No la podíamos dejar sola dos semanas. Aunque recibiera su viático no era suficiente, sabemos que platicar le ayuda, estar con otros le ayuda.
El acompañamiento y las visitas para mí son necesarias y había que seguir haciéndolas por lo menos del lado de mi comunidad.
¡Estoy solita, no tengo a nadie con quien hablar!
Doña Elena tiene 65 años y vive sola desde que su última hija se fue de la casa. Hace un año que doña Elena dejó el taller de TAJ. Sin embargo, de vez en cuando llegaba a la Casa Cuarto Mundo a saludarnos, a tomar un cafecito. Pensé que seguramente doña Elena debe estar sola en casa.
—¡Estoy solita, no tengo a nadie con quien hablar! Dicen que no hay que salir de la casa porque ya soy viejita y se me va pegar esa enfermedad. —me dijo doña Elena al teléfono.
Hablamos dos veces a la semana, a veces tardamos una hora al teléfono. Me cuenta lo que sueña, lo que piensa, incluso hasta lo que vive con sus pollos, porque son lo único que tiene. No tiene televisión en casa, entonces, me toca informarle de lo que está pasando.
Ahora pienso en ella aún más.
—Vivi, quiero preguntarte a vos si me llevarías a una casa de ancianos y me irías a ver los días de visita. No tengo a nadie, nadie se preocupa por mí, a veces no tengo para mi medicamento y eso me hace sentir que no valgo para nadie. Pero quiero que vos me digas que vas a ir a verme porque tampoco quiero quedarme sola en esa casa… para quedarme sola me quedo acá. —me dijo la semana pasada.
—Doña Elena, tenemos que hablarlo, ahora no se puede hacer nada, pero me comprometo con usted que si se va a una casa de ancianos voy a llegar a verla mientras yo pueda, mientras esté viva…—respondí.
Estuvieron siempre con nosotros
Cuando yo era pequeña, con mi familia vivimos muchas cosas duras, difíciles, tristes, vivimos mucha soledad, mucho señalamiento y eso marcó mi vida.
Jaime, Lorenzo y Paul son voluntarios permanentes que formaron parte del equipo en Guatemala a lo largo de los años. Ellos son personas valiosas para mí porque en esos momentos tan duros estuvieron siempre con nosotros. Me enseñaron el camino de no dejar a nadie, independientemente de la vida dura, de la vida difícil que puedas llevar.
Yo tenía como 14 años y nos quedamos sin mamá. Ella lo era todo para nosotros y la vida nos la quitó por tres meses. Nos quedamos así, sin nada, solos en la vida.
Recuerdo que Lorenzo llegaba a las siete de la mañana y nos decía: “tienen que levantarse, tienen que ir a la escuela…” Todas las mañanas sonaba la puerta de mi casa. También los amigos de mi mamá estuvieron con nosotros, eso marcó mi vida y me enseñó que nunca debemos estar solos.
En ese tiempo no vivíamos una pandemia, no era eso lo que nos impedía salir, era el señalamiento de la misma gente. No era cierto lo que decían de nosotros, pero para la gente, éramos de lo peor.
Ellos nunca nos señalaron, nunca nos juzgaron, más bien, nos apoyaron. “Ustedes no son eso —nos decían— Ustedes pueden hacer muchas cosas”. ¡Éramos puros patojos niños!
Doy gracias a Dios porque ellos confiaron en nosotros, nos dieron ánimo y nos dieron fuerza. Ahora esa se ha vuelto mi propia fuerza y es lo que me empuja a no dejar solas a las personas. Ahora mi vida es muy diferente a cuando yo tenía 14 años. No tenemos mucho, pero sí lo necesario para vivir y compartir con otros, y esos otros serán siempre la prioridad para mi familia y para mí.
Ahora somos libres, somos dichosos, somos felices.
Esta pandemia nos ha hecho reducir el tiempo de encuentro, pero no su esencia.
Esta pandemia nos ha dicho: nada de acercamiento, nada de visitas, nada de encontrarse con otros.
Pero estamos aprendiendo mucho sobre estar atento al otro, sobre la preocupación del que está a nuestro lado, sobre el hecho de no quedarnos con la primera mirada, nos está permitiendo descubrir al otro y crear lazos.
Es lo más importante que estamos aprendiendo como seres humanos. Esta pandemia nos ha hecho reducir el tiempo de encuentro, sin embargo, no su esencia. Luego diremos: no estuvimos solos.
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Estos textos son extractos de una entrevista a Vivi Luis realizada por medio de videoconferencia en mayo 2020. El artículo forma parte de una serie sobre la solidaridad y el cuidado mutuo que se vive en las comunidades más pobres de América Latina durante la pandemia del covid-19.
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