No estamos hechos para vivir así

Foto: Pintura de Guendouz Bensidoum y Maria Victoire, acrílico sobre papel craft, Nueva Orleans, 2017 © ATD Cuarto Mundo – AR0202507148


Introducción del artículo hecha por Huguette Redegeld voluntaria permanente del Centro Internacional ATD Cuarto Mundo

En el estado de Luisiana, en los Estados Unidos, las personas que viven en la precariedad y la pobreza están pagando un alto precio por la pandemia del Coronavirus. Desafortunadamente, esta no es la primera vez. En 2005, el huracán Katrina devastó las comunidades pobres de Nueva Orleans. Sus residentes tuvieron la valentía de levantarse de nuevo. En un libro titulado  On n’est pas faits pour vivre comme ça (No estamos hechos para vivir así) relataron su historia de solidaridad y resistencia, para ellos mismos y especialmente para las generaciones futuras.

Hoy, esta historia puede inspirar a quienes tienen como única y verdadera respuesta a las tragedias causadas por la pandemia, la cercanía y solidaridad  con los más alejados de cualquier apoyo.

A continuación, extractos de esta historia, publicados en Artesanos de paz.

En 2005, gran parte de los residentes de Nueva Orleans padecieron la violencia del huracán Katrina que arrasó sus hogares. La ciudad reconstruyó sus diques y revivió su próspero comercio turístico. Pero los más vulnerables de sus habitantes tuvieron que irse: las familias fueron separadas y algunos de sus miembros se vieron obligados a buscar refugio aquí y allá para escapar del caos de la tormenta. Parte del alma de Nueva Orleans fue destruida.

Poco después del huracán, los voluntarios de ATD Cuarto Mundo salieron en búsqueda de las personas que conocían. Muchas familias habían sido desplazadas abruptamente a refugios y viviendas de emergencia en siete estados, en Arizona, Georgia y tan lejos como Kentucky. El equipo empezó a visitarlos regularmente. Eula Collins, una asistente para ancianos y discapacitados, sugirió que los voluntarios escribieran un libro “sobre el Cuarto Mundo, sobre su trabajo”. María Victoire, una voluntaria, supo de inmediato que los autores de ese libro debían ser Eula y los demás militantes Cuarto Mundo, que ahora estaban esparcidos a lo largo de cuatro mil kilómetros donde habían sido transportados inmediatamente después del huracán. Eula había sido trasladada a Austin, Texas. María había empezado a dialogar con ella y con otros cincuenta residentes de Nueva Orleans para lo que se convertiría en un libro colectivo llamado No estamos hechos para vivir así1

 Mientras que cada vez más autores e investigadores escuchan a las personas en situación de pobreza para arrojar luz sobre su trabajo, las que viven permanentemente e situación de pobreza  rara vez se atreven a expresar sus pensamientos, por falta de condiciones adecuadas para hacerlo. Los libros que documentan las voces de las personas en situación de pobreza deben de estar anclados en proyectos que permitan a esas personas elegir exactamente cómo quieren que se transmitan sus voces.

A veces la gente dice cosas de las que se arrepiente, o siente que sus palabras han sido torcidas o sacadas de contexto.

Cuando una persona en situación de extrema pobreza es entrevistada por investigadores o periodistas, puede sentirse obligada a decir lo que quieren oír.

María y sus coautores estaban comprometidos entre sí mucho antes de que empezaran a escribir No estamos hechos para vivir así. Su relación de confianza dio a Eula y a los demás coautores la seguridad de que podrían hablar abiertamente y de que elegirían juntos la forma de expresarse. Este proceso subraya la importancia del “conocimiento intencional” en el marco del Cruce de Saberes.

Lo que hace que No estamos hechos para vivir así sea único, más allá de los fragmentos sobre el huracán mismo, son las descripciones de la historia compartida en los barrios que han sido arrasados para siempre. Una y otra vez, los barrios de muy bajos ingresos son borrados, a veces por desastres naturales, a veces por proyectos públicos de construcción.

Este libro es un testimonio del tejido de estos barrios de Nueva Orleans: momentos de alegría y momentos de “dejar que los buenos tiempos rueden”2.

Patricia Denson, una de las coautoras del libro que trabajaba en un supermercado, es madre de siete hijos. Después del huracán, pudo regresar a Nueva Orleans. Ella dice:

“Desde Katrina, tenemos que librar más luchas».

Después del huracán, perdió su trabajo y ella y su marido tuvieron que luchar para sobrevivir con los ingresos de su marido. Patricia a menudo cuida a sus nietos para permitir que sus padres trabajen durante largas horas.

Otra coautora, Barbara Risin, recuerda las luchas libradas mucho antes del huracán y cómo los vecinos se habían apoyado mutuamente durante años:

  • “Toda mi vida ha sido una lucha. Cuando mi marido murió, no sabía cómo iba a superarlo. La casa en la que vivía en ese momento — el alquiler era alto y no podía pagarlo. Tuve que buscar otra casa. Hablé con alguna gente del barrio. Alguien se mudaba esa misma noche de una casa barata. Incluso antes de que los inquilinos terminaran de sacar sus muebles, la gente del barrio tenía la casa lista para que entrara yo. Me ayudaron a empezar de nuevo. Así era ese barrio. Los vecinos se ayudaban entre sí. Así era. Si yo tenía algo, tú también lo tenías. A veces alguien no podía pagar el alquiler. Nos reuníamos, cocinábamos y vendíamos la comida a los estibadores para ayudar a esa persona a pagar el alquiler […]”.

El coautor Thomas Davis, apodado Long Boy, nació en 1949. Recuerda lo unido que estaba el barrio en ese momento. Recuerda cómo su madre cocinaba y compartía la comida con todos los que pasaban por allí:

  • “Todos eran como de una misma familia. Si una persona cocinaba, todos comían. Cuando mi madre cocinaba, cocinaba para todos. Nadie necesitaba nada, ella estaba allí».

Desde los 15 años, trabajó como portador de las antorchas3 durante los desfiles del Mardi Gras. Más tarde, trabajó en la construcción vertiendo cemento. Pero explica:

  • “Hubo altibajos. No había suficiente trabajo. No había mucho entonces y no hay nada ahora. Cuando tu hijo se acerca a ti y te dice: ‘Quiero esto’, y no puedes hacerlo, se rompe algo dentro de ti”.

Padre de ocho hijos, Thomas pescó cangrejos y camarones durante años y a menudo compartía los frutos de su trabajo con sus vecinos.

Maria Sandvik, otra voluntaria del equipo y coautora, escribe sobre lo que considera uno de los aspectos más difíciles de la extrema pobreza en Nueva Orleans y en otros lugares de los Estados Unidos.

  • “He visto padres que protegen a su familia de la violencia que les rodea, aunque sean impotentes en muchos sentidos. Vivir en continuo temor por el bienestar de sus seres queridos es un  tormento que tienen las personas que viven permanentemente en la pobreza. Estas personas conocen los riesgos, pero no pueden evitar el peligro. Sienten que no tienen el poder de evitar las dificultades innecesarias, sólo pueden prepararse para superarlas. Hay un dicho que dice que ‘el conocimiento es poder’. Pero la injusticia que sufren los que viven permanentemente en la pobreza  es que tienen el conocimiento –sobre cómo fortalecer su comunidad, cómo incluir a otros, y sobre el hecho que son abandonados injustamente ante riesgos de dificultades y peligros más elevados que otros en nuestra sociedad– pero este conocimiento y comprensión de la realidad no les permite hacer los cambios necesarios en sus vidas y en nuestra sociedad. El conocimiento está ahí, pero la gente está indefensa. Ahí es donde ATD Cuarto Mundo juega un papel. Seguimos creando espacios seguros y relaciones de confianza a través de los cuales las personas con experiencias de continua pobreza aprenden y experimentan la expresión personal. Hablan de su saber, de su sabiduría, de sus esperanzas y experiencias. Luego discuten estas ideas con otros que también buscan soluciones. Conozco a gente que me dice que no sabe qué detendría el alto índice de tiroteos en sus comunidades. No podemos dejarlo así. Tenemos que buscar soluciones junto con las personas que corren más riesgo de resultar heridas. Si se las involucra, se puede conseguir la paz para ellos y para la comunidad en general”.

No estamos hechos para vivir así ilustra la riqueza del tejido social que existía en las comunidades más pobres de Nueva Orleans. Esta comunidad unida de Nueva Orleans, y otras como ella, han desaparecido para siempre. Pero Patricia, Bárbara, Thomas, María y los otros coautores compartieron las alegrías y dificultades de sus historias de vida para las generaciones futuras. Hablaron de sus vidas, no sólo para recordar el pasado, sino también para asegurarse de que lo que atravesaron en la vida y la manera en que llevaron sus cargas puede dar luz a las elecciones que hagamos mañana. Las formas en que han construido la comunidad contra viento y marea pueden alentar a otros en sus esfuerzos para trabajar por un futuro positivo. El libro que escribieron ya ha inspirado a los miembros de ATD Cuarto Mundo en Haití, que también han experimentado un desastre natural. Ellos también han escrito un libro colectivo sobre sus barrios antes y después del terremoto de 2010. Incluso en medio de las ruinas, recordar a la gente y los lugares de esta manera puede dar forma a nuestro futuro común.

 

 

 

 

 

  1. Maria Victoire, M.G. Olson, y Karen Stornelli (editors), Not Meant to Live Like This: Weathering the Storm of Our Lives in New Orleans, Landover, MD: ATD Fourth World, 2012
  2. “Let the good times roll” es una expresión de la cultura Cajou que expresa un enfoque alegre de la vida, de los momentos de escasez y de angustia, y los actos de solidaridad cuando los vecinos se unen para apoyarse mutuamente
  3. Antorchas pesadas y encendidas llevadas como faros para que los aficionados al desfile disfruten mejor del espectáculo de las festividades nocturnas