Madre Coraje
En 2017, ATD Cuarto Mundo hizo una invitación a escribir, ante situaciones de injusticia y extrema pobreza, historias reales de transformación que muestran que cuando nos unimos en una misma lucha podemos lograr que la miseria retroceda.
En nuestro sitio web para favorecer una expresión colectiva intentamos no firmar los artículos, salvo en casos excepcionales. En este caso se trata de personas precisas que intentan poner en valor historias experimentadas en primera persona.
La siguiente historia está escrita por Isabelle Williams (Gran Bretaña).
Ese día era el último día que pasaban juntos en familia, antes de que los niños se marchasen, al día siguiente, al centro de acogida de menores. Durante meses habíamos luchado junto a la familia para lograr que los niños pudieran permanecer en casa. En el tribunal nadie había podido negar todo el amor que había en la familia pero decían que su madre y su padre no podían cubrir las necesidades de sus hijos.
Sin embargo,ellos sabían que nadie podría querer a sus hijos como ellos, ni protegerlos y comprenderlos como ellos lo hacían.
Imposible imaginar lo que puede sentir el corazón de una madre en un día como este. El padre se había marchado algunos días, abatido por las tensiones, la desesperanza y por su propia impotencia. Junto con Jeniffer, la madre, pensamos que sería una buena idea salir de la ciudad y pasar el día en un parque donde los niños podrían disfrutar y pasar un momento en la naturaleza, un momento en familia. Llevé en coche a la madre y a los cinco niños.
Al ir, todo el mundo permanecía en silencio. Por último, llegamos a un parque inmenso y salvaje, ese día, entre semana, estábamos prácticamente solos. El sol nos acompañaba. Nos sentamos cerca de un pequeño estanque. Poco a poco los niños empezaron a jugar, a correr, metieron los pies en el agua y por último se pusieron los bañadores para poder salpicarse a gusto y saltar por el agua.
Jennifer es una mujer de mucho coraje, ya lo sabía, pero ese día me maravilló: Cómo supo reír con los niños, escondiendo su pena y su angustia, salvo en algunos momentos en los que, a escondidas de los niños, me decía lo mucho que temía el momento de la separación y entonces, las lágrimas inundaban sus ojos. Se secaba rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano y volvía a jugar con los niños, resplandeciente, haciéndoles girar entre sus brazos; reían simplemente al verla reír.
Así pasamos el día, y llegó el momento de volver. Los niños se volvieron a vestir y regresamos. En el vehículo, el silencio se instaló de nuevo. Los más pequeños se durmieron, la ansiedad se adivinaba en el rostro de los mayores, pero hasta el final, Jennifer sacó todas las bromas y las gracias que sabía para proteger a sus hijos del miedo del día siguiente.
Ella misma había experimentado la separación siendo niña y adolescente y seguía siendo una herida abierta. Con frecuencia nos decía: «Quiero hacer todo lo posible para que no les pase esto a mis hijos».
A menudo he vuelto a pensar en ese momento. Se internó a los niños en un centro de acogida. La administración no fue capaz de encontrar otras maneras de apoyar a esta madre y a este padre a menudo desbordados por una vida extremadamente difícil, pero que amaban a sus hijos.
- Ese día, Jennifer sacó todo el valor, la ternura y la imaginación que tenía, para esconder su angustia y su pena, y ofrecer a sus hijos como regalo un «feliz» día en familia. Un recuerdo que conservarían como un tesoro. Un momento de felicidad que hablaría de lo mucho que les quería y que les abrigaría del frío extremo de la separación.
Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia