Luchando en favor de la educación
En 2017, ATD Cuarto Mundo hizo una invitación a escribir, ante situaciones de injusticia y extrema pobreza, historias reales de transformación que muestran que cuando nos unimos en una misma lucha podemos lograr que la miseria retroceda.
Para favorecer una expresión colectiva intentamos, en nuestro sitio web, no firmar los artículos, salvo en casos excepcionales. En este caso se trata de personas precisas que intentan poner en valor historias experimentadas en primera persona.
Esta historia está escrita por Cati Vatală (Bucarest, Rumanía).
Cati, educadora en uno de los “ Clubs de Educación Alternativa en el Policy Center for Roma and Minorities ” [Centro de Política Romaní y Minorías] de Bucarest, explica su lucha en favor de la educación para todos que se fundamenta en su propia historia.
La vida me ha hecho fuerte. Crecí en un barrio marginal de Bucarest cuidando de muchas niñas y niños, además de los míos, aunque en ocasiones me siento al límite o cansada,
- recuerdo mi experiencia, pues quiero que se produzca un cambio en mi comunidad.
Pasé mi infancia y crecí en el barrio marginal de Rahova, en Bucarest. Lo recuerdo como un tiempo feliz porque a nadie le importaba que fueras rumano, romaní o pobre. Compartíamos todo entre nosotros y aunque fuéramos pobres, no sentíamos tanto el impacto de la pobreza porque contábamos con una gran ayuda mutua.
Cuando estaba en quinto grado de primaria, presioné a mi madre para que viniera a la escuela. Ella no quería, pero le convencí y vino. Entonces, los otros niños comenzaron a acosarme, a reírse de mí y a discriminarnos porque mi madre tenía la piel oscura. A partir de aquél momento dejé de ir a la escuela.
Pese a eso, a mí me gustaba la escuela, me gustaba la educación. Intenté volver a la escuela, pero no lo logré.
Me hice una persona adulta, una persona adulta y sin educación.
Cuando dejé el barrio marginal del Rahova, descubrí otras partes de la ciudad y las mejores condiciones de vida con las que contaban. Pasé de un trabajo a otro. Fui limpiadora, costurera, ayudante de dentista. Conseguí un trabajo con productos de cosmética. Pero no pagaban mucho en esos trabajos porque no tenía papeles, ni diplomas, porque era una persona sin educación.
- Desde aquél momento, y también en mi empleo actual, hablo con las niñas y niños y con las personas adultas para decirles que la educación es muy importante cuando se quiere tener una vida mejor.
Tenía 26 años cuando logré de nuevo inscribirme en el sistema escolar. Pude superar otras dos clases, 7º y 8º grado. Como mi madre, yo también intento ofrecer a mis hijos lo mejor que puedo porque no quiero que vivan lo que yo he vivido. Me siento muy orgullosa de que mi hijo mayor acabe de terminar los estudios secundarios con buena nota. Quiere ir a la Universidad. Mi hija también ha logrado terminar el 8º grado de primaria y acaba de comenzar los estudios de secundaria. Tengo otro hijo, un hijo pequeño que es autista. Es muy difícil encontrar apoyo para él.
Afortunadamente, he encontrado una organización que nos apoya. He aprendido mucho de mi hijo mientras le apoyaba en su desarrollo.
Entonces, conocí el Policy Center for Roma and Minorities [Centro de Política Romaní y Minorías], allí me ofrecieron trabajo como educadora en un Club de Educación Alternativa.
El club se caracteriza por ser un espacio seguro y creativo dentro de la propia escuela y abierto seis días por semana, incluso durante las vacaciones escolares. En ese espacio las niñas y niños cuentan con el apoyo y la orientación de educadores y voluntarios. Los educadores facilitamos la participación de padres y madres en la promoción educativa y en la vida del barrio. El papel de los educadores es muy importante puesto que ayudan a crear puentes entre los docentes, las niñas y niños y sus padres y madres.
- Si no tuviéramos educadores que provienen de la propia comunidad, el Club de Educación Alternativa sería incapaz de ayudar a transformar la escuela y a los propios niños. Las niñas y niños no vendrían si no encontraran en este espacio personas en quienes piensan que pueden confiar.
Hace ya cuatro años que trabajo en el club. Me gusta ayudar a las niñas y niños desde mi labor como educadora y apoyándome en las competencias que he aprendido de mi propio hijo.
En ocasiones es realmente duro hacer que las demás personas sean conscientes de la necesidad de estudiar. Hablo mucho con las niñas y los niños y también les visito para hablar con sus padres y madres. Con frecuencia me siento frustrada porque los niños abandonan la escuela o faltan a clase para ir a trabajar. Sus padres me dicen: «Ahora es un hombre, tiene que ir a trabajar». Por otra parte, es una situación muy difícil para las familias, reciben 84 lei (18 euros) al mes por niño por parte del proyecto nacional del Gobierno para comprar el material escolar necesario, que es una cantidad insuficiente.
Para tener resultados positivos, el papel del educador tiene que ser aceptado por todo el mundo. Quiere decir que la capacidad educativa del educador y su capacidad personal para crear lazos tiene que reconocerse también por parte de los docentes, por parte de madres y padres del vecindario. Estas capacidades, este saber hacer no es algo que se adquiere fácil o rápidamente. Es algo que se fundamenta en un largo proceso.
Actualmente, una nueva lucha para mí es la obtención de un diploma con el que mostrar a mi comunidad que soy una buena educadora. He logrado iniciar los estudios de secundaria a la edad de 36 años. Me gustaría también mostrar a mi hijo mayor que es algo bueno. No importa la edad que tengas. De alguna manera tomo conciencia de que tengo valor como persona.
Las cosas pueden mejorar cuando mejoras tu nivel educativo, pero tienes que poner en ello mucho empeño y esfuerzo y trabajar duro para lograrlo.
Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia