La dignidad puesta en marcha – Trabajo decente y protección social

Desde 1987, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, celebrado el 17 de Octubre, permite a la sociedad escuchar la voz de las personas que viven en situación de precariedad y extrema pobreza , les permite además comprometerse con estas personas y con la lucha para erradicar la pobreza.

La dignidad puesta en marcha es nuestro tema común para 2022 y 2023. Este año, el Comité Internacional 17 de octubre propone poner el acento en el trabajo decente y la protección social, y sobre cómo son esenciales para “poner en marcha la dignidad”. Se ha llevado a cabo una consulta invitando a las personas que resisten cotidianamente frente a la pobreza y a las personas comprometidas a su lado, a pensar juntas para profundizar este tema.


La exclusión y la injusticia social

Cuando trabajan, las personas en situación de pobreza lo hacen en la economía informal no declarada y no reconocida. Están desprotegidas por la legislación laboral: expuestas a condiciones difíciles y peligrosas. Los más excluidos no tienen más remedio que aceptar condiciones de trabajo inaceptables y a menudo son considerados y tratados como «desechables». A pesar de trabajar muchas horas, son incapaces de ganar lo suficiente para satisfacer sus necesidades y la de su familia.

  • La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que casi dos tercios de la población activa mundial, es decir, más de dos mil millones de personas, son trabajadores informales, siendo América Latina y el África subsahariana quienes tienen los mayores niveles de informalidad. En 2020, sólo el 46,9% de la población mundial estaba realmente cubierta por al menos una prestación de protección social, dejando a más de la mitad de la población mundial totalmente desprotegida.

El trabajo informal también está presente en los países de ingresos elevados, especialmente entre los excluidos y los indocumentados. E incluso los que tienen acceso a la protección social sufren a menudo el estigma y el control que la acompaña. Para las personas que viven en la pobreza permanente, la ausencia de condiciones de trabajo decente y protección social crea inseguridad, no les permite tomar las riendas de sus vidas y les expone a la explotación, a la humillación y al sentimiento de inutilidad que les impiden participar plenamente en su comunidad.

Durante la próxima década, el Banco Mundial estima que mil millones de jóvenes intentarán entrar en el mercado laboral, pero menos de la mitad de ellos encontrará un empleo formal. Las personas directamente afectadas por la extrema pobreza se enfrentarán a la discriminación, incapaces de obtener un trabajo decente debido a su estatus socioeconómico, niveles más bajos de educación y formación recibidos, y el estigma generalmente asociado a la pobreza.

Desigualdades persistentes

La dignidad de la persona humana es intrínseca a su condición de vida y, sin embargo, la experiencia de las personas que viven en la pobreza, la realidad de su situación, el acceso a un trabajo decente y a la protección social y la protección social quedan muy lejos de la promesa del derecho al trabajo y a una vida digna, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y reafirmada en la Agenda de Acción 2030, de poner fin a la pobreza en todas sus formas, en todas partes.

La realidad es aún más chocante, dada la riqueza, el saber hacer y los enormes avances tecnológicos que podrían haber puesto fin a la pobreza hace varias décadas. Sin embargo, las instituciones sociales discriminatorias, los sistemas injustos, las leyes, las políticas y las acciones, hacen que la pobreza persista y las desigualdades aumenten.

  • Con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza 2023, destacamos estos vínculos íntimos entre «trabajo decente» y «la protección social» como motores de la erradicación de la pobreza y el logro de la dignidad en la práctica.

Como lo exige el derecho internacional de los derechos humanos, exhortamos a los Estados de utilizar al máximo los recursos disponibles para cumplir progresivamente sus obligaciones en materia de derechos humanos. Aspirando a los máximos estándares posibles, exigimos:

Trabajo decente para todas y todos

Trabajo decente para todas y todos – La OIT define el trabajo decente como «trabajo productivo para mujeres y hombres en condiciones de libertad, equitad, seguridad y dignidad humana». Garantizar que los empleos permiten a hombres y mujeres de trabajar en condiciones dignas es esencial para acabar con la pobreza.

El trabajo decente debe entenderse en el contexto de una vida digna y debe abordar las dimensiones ocultas de la pobreza, de los maltratos sociales e institucionales, de las contribuciones no reconocidas que privan a las personas que viven en la pobreza y causan sufrimientos al cuerpo, mente y corazón. Abordando las dimensiones ocultas, el trabajo decente combate la exclusión social y fomenta la cohesión, invitando a los excluidos, a los que se dejan atrás, a reincorporarse a la vida pública.

Ofrece un entorno libre de prejuicios y un contexto más amplio de apoyo para ayudar a los más excluidos a acceder a empleos decentes en lugares cercanos a su lugar de residencia.

  • El trabajo decente transforma las relaciones desequilibradas de poder, al reconocer al trabajador como sujeto de derechos, que necesita ser apoyado y recibir la educación y formación necesarias para realizar su trabajo.

Que tiene derecho a un salario justo, a una seguridad social y a condiciones de trabajo seguras. El trabajo decente es un trabajo que da los medios para controlar lo que la persona gana. La seguridad de ingresos que con la protección social permite a las personas planificar su futuro con confianza. Además, la dignidad del trabajo respeta al trabajador sin discriminación y considera el trabajo como «portador de humanidad».

Protección Social Universal (PSU)

La vida está llena de incertidumbres y todos, incluidos los que no forman parte de la población activa (es decir, niños, ancianos y los que son incapaces de trabajar), tienen

  • derecho a la seguridad de los ingresos, a estar «protegidos contra la pobreza y los riesgos para la subsistencia y el bienestar».

Los Estados deben emplear el máximo de recursos disponibles para hacer que la protección social sea una realidad para todas y todos. Todas las personas que necesiten protección social deben poder acceder a ella y deben eliminarse los obstáculos al acceso a la protección social. Para ello, debe prestarse especial atención a los más excluidos y a las personas atrapadas en la pobreza extrema, algunos de los cuales no ejercen sus derechos debido a la falta de identidad jurídica o al estigma asociado a la pobreza.

Para diseñar y aplicar protección social universal, los gobiernos deben implicar a los responsables de derechos para garantizar la participación efectiva de las personas necesitadas.

  • En nuestros esfuerzos por avanzar, utilicemos la dignidad como nuestra brújula, para que el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales y la justicia social esté en el centro nacional y global de la toma de decisiones. Utilizar la dignidad como brújula también ayudará a configurar una economía global que priorice el bienestar de las personas y el planeta en lugar de aumentar el beneficio empresarial, y que garantice la justicia social, la paz y la prosperidad.

Para avanzar se necesitan alianzas sólidas. En este sentido, la Alianza Mundial para la Protección Social Universal y la Coalición Mundial por la Justicia Social deben recibir apoyo para reducir y prevenir las desigualdades.

El 17 de octubre es un faro de esperanza, un día para honrar a los millones de personas que viven la violencia silenciosa y permanente de la pobreza.

Es una oportunidad para que cumplamos la promesa de poner a los más vulnerables en primera línea, de solidarizarnos con quienes viven en la pobreza y comprometernos a garantizar que la dignidad puesta en pràctica para todas y todos, se haga realidad.