Esther Rodriguez | Determinación inquebrantable
Determinación inquebrantable
Esther Rodríguez vive en Nuevo México (Estados Unidos). Recientemente participó con ATD Cuarto Mundo en un proyecto llamado The Roles We Play (El papel que desempeñamos). El proyecto analiza el papel que las personas que viven en situación de pobreza desempeñan junto con sus familias, comunidades y la sociedad en general. Papeles que, con frecuencia, no obtienen ningún tipo de reconocimiento. El propósito del proyecto es poner de manifiesto sus esfuerzos y cuestionar las actitudes negativas que se tienen a menudo hacia las familias vulnerables y excluidas. Esta es la historia de Esther.
Mi nombre es Esther Rodríguez, pero cuando nací me llamaba Esther Henry. Mi padre es apache y mi madre pertenece a la población navajo. Por mi padre, a quién conocí muy poco, pertenezco a la tribu apache de San Carlos. ¿Ya sabes cómo son los recuerdos, no? Los que tengo de mi padre son recuerdos felices.
Muy pequeña, con mis dos hermanos, estuvimos en centros de acogida. Fuimos víctima de muchos abusos tanto mentales como físicos. Mi madre, en un momento dado nos sacó, pero en la adolescencia tuve problemas y me quedé embarazada muy joven.
En un momento dado necesité ayuda de mi madre para cuidar de mis dos hijos, tenía trabajo y vivía en un hostal. Cogí a los niños, les llevé donde mi madre y le pregunté, «¿puedes ocuparte de ellos?» Cuando volví, los niños habían desaparecido. Los había dado. Corrí tan rápido como pude hasta llegar a los servicios sociales, pero habían desaparecido. Me dirigí a las autoridades de servicios sociales de la Nación Navajo y les dije, «mis hijos no son navajo». Pero como mi madre pertenecía a la población navajo, las autoridades navajo los retuvieron:
Tardé dieciocho meses en recuperar a mis hijos. La propietaria de mi vivienda me ayudó, se llamaba Nora Ortiz. Se mudó del apartamento en el que vivía para que yo pudiera trasladarme allí. Ella y Ambrose, su compañera, me ayudaron, querían mucho a mis hijos. Fueron dieciocho meses padeciendo un infierno, quiero decir, de sufrimiento real. Ninguna madre debería hacer eso a sus hijos, no sé qué le sucedió a mi madre. ¿Quién sabe? Mi madre se fue de casa cuando era joven por malos tratos. Durante toda mi vida, he intentado romper esta espiral de malos tratos, por eso dije a mis hijos «Romped la cadena. No permitáis que continúen los malos tratos.» Me vi a mí misma golpeando a mis hijas e hijos y maltratándoles como yo había sido maltratada. Por último, solamente pensé: «ya no puedo seguir más con esto, necesito romper esta espiral». Entonces dije a mis hijos que no pegaran a sus hijos, sino que hablaran con ellos, quizá haya algo que les preocupa, nunca se sabe.
Me casé en tres ocasiones y nunca quise depender de mis maridos. Volví a trabajar y me abrí mi propia cuenta del banco para poder pagar las facturas y la comida de mis hijas e hijos. También les dije, tanto a ellos como a mis nietas y nietos, que no tenían que depender de nadie. Les expliqué cómo ser autónomos, porque nunca llegarás a nada en la vida si eres dependiente de otra persona.
Muchas personas me han apoyado a lo largo de la vida. Los tres propietarios de la vivienda que tuve cuando era pequeña nos daban cosas y nunca pedían dinero a cambio. Cornelius Heinz también crió a mis hijas e hijos. Además todos ellos le llamaban abuelo. Tuve grandes maestros y maestras, la propietaria de mi vivienda fue una de ellas. Me enseñó a cocinar comida mexicana, mi bisabuela Mary Tsipa me enseñó muchas cosas.
Cuando vivía en Flagstaff llevaba a mis hijos al parque y llenábamos la camioneta con comida para las personas sin hogar. En Gallup, hice un gulash para las personas sin hogar pues tenía una enorme cazuela vieja con cuencos y con todo lo necesario. Cuando veía a alguien le preguntaba: «¿Tiene usted hambre?» «Sí» «Pues venga aquí, ya que tenemos, vamos a terminar con ello». Cuando vivía en Flagstaff, también conocí a una señora a la que querían retirar a su bebé y que buscaba a alguien que pudiera criarlo, por lo que le dije, «me encargaré, yo misma criaré al niño», lo haré hasta que venga a por él. Me lo quedé y lo crié, pero cuando estaba a punto de cumplir 4 años, vino y se llevó al niño.
Actualmente dos de mis nietos viven conmigo. Cuando eran muy pequeños sus padres me pidieron que cuidara de ellos. Para mí, criar a Brianna y Justin constituye una segunda oportunidad para ver la vida desde una perspectiva diferente. Les explico muchas cosas para que no se sientan ignorantes y sepan las cosas con antelación, además les enseñó a no lamentarse de su situación. Les llevo a ver a las personas sin domicilio, para que vean la realidad de vida de quienes son menos afortunados que ellos. Saben que no tienen que reírse de las personas, también saben expresar su propia opinión, además les enseño a tomar decisiones adecuadas como no gastar dinero en cosas inútiles, les enseño a establecer un presupuesto y a ahorrar.
Me gusta hablarles sin cesar sobre el anillo de oro [de la graduación de secundaria], agarra el anillo porque solo aparece una vez en la vida, agárralo y corre con él. Ese anillo para mí es terminar el instituto e ir a la universidad, y eso es lo que hicieron mis tres hijos. Una de mis hijas hace once años que es sargento, mi otra hija hace dos años que obtuvo el título universitario de técnico en Informática, y mi hijo inició los estudios de Gastronomía y Artes culinarias. Estoy realmente orgullosa de ello. La educación es algo muy importante para mí. Mientras pueda intento todo lo que se meterles en la cabeza.
No terminé los estudios secundarios y actualmente lo único que quiero es lograr el certificado de estudios secundarios. ya que tras conseguirlo puedes hacer todo lo que quieras, también estaría bien lograr un título universitario. Cuando no tienes estudios siempre hay alguien que te dice lo que tienes que hacer y cómo tienes que hacerlo. Guardo un secreto que nadie sabe, no sé leer. No se deletrear, pero se sumar. Aprendo al mismo tiempo que mis nietos y no saben que ellos son mis maestros. Le dije a Briana, «No sé leer.» Y contestó: «¿Abuela, cómo puede ser eso?» Añadí: “Eres mi maestra, así que tienes que aprender para poder enseñarme.»
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