El papa Francisco ante el memorial de las víctimas de la extrema pobreza
La Placa Conmemorativa de las víctimas de la extrema pobreza, en el Atrio de la Basílica de San Juan de Letrán, Roma
Por Jean Tonglet, miembro del voluntariado permanente de ATD Cuarto Mundo
El pasado sábado 9 de noviembre a las 17h el papa Francisco, antes de celebrar la eucaristía en la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, permaneció un momento en la Placa Conmemorativa en honor a las víctimas de la extrema pobreza inaugurada hace 19 años, el 15 de octubre de 2000. Esta placa conmemorativa es una réplica de la original inaugurada en París el 17 de octubre 1987, por el padre Joseph Wresinski, fundador del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo. Al igual que la placa original afirma que:
- «Allí donde hay hombres y mujeres condenados a vivir en la miseria, los derechos humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado».
A estas palabras de Joseph Wresinski grabadas en piedra se suman las del papa Juan Pablo II:
- «Nunca más la exclusión, la discriminación y el desprecio hacia las personas pobres y los pequeños».
Una delegación de cerca de cuarenta miembros y amigos del Movimiento ATD Cuarto Mundo Italia recibió al papa Francisco, entre otras, Aye Aye Win, miembro del Comité Internacional del 17 de Octubre, Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, y Ángela Medina Ugarte, voluntaria permanente de ATD Cuarto Mundo.
Assunta Ielapi, militante Cuarto Mundo en Italia, dio la bienvenida al papa Francisco diciendo:
«Buenas tardes, papa Francisco.
Estimado hermano, con gran emoción tengo el honor y la alegría de recibirle a usted aquí, en esta plaza, en nombre del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo. También debemos agradecer al fundador de nuestro movimiento, el padre Joseph Wresinski, que dedicó toda su vida a luchar contra la pobreza, un hombre pobre entre los pobres y al que debemos la inauguración, el 17 de octubre de 1987, de la primera placa conmemorativa en el atrio de las Libertades y los Derechos Humanos, Trocadero, París, que actualmente cuenta con múltiples réplicas en todo el mundo.
Desde esa fecha memorable celebramos esta jornada de liberación, de dignidad y de memoria de la multitud anónima de víctimas de la extrema pobreza. El 17 de octubre de 2000 inauguramos aquí esta réplica. En ella están grabadas las palabras de Joseph Wresinski y de Juan Pablo II.
Un día, en la periferia de París, el padre Joseph Wresinski afirmaba:
- «Al pasar por aquí, me ha costado reconocer este lugar donde todavía hace algunos años vivían los oprimidos, los pobres. Cuántas lágrimas han mojado esta tierra, cuánto sufrimiento han padecido cientos de familias, cuántos gritos lanzados al cielo. Ningún monumento, ninguna estela, ninguna placa conmemorativa ha sido erigida en memoria de este sufrimiento».
Esta es la razón de ser de este monumento: hacer memoria y luchar para la erradicación de la extrema pobreza. En mi ser y en mi alma tengo la determinación de rechazar el destino de una humanidad sufriente y pobre, que está siendo sacrificada en el altar de la codicia y del beneficio.
Usted, estimado Francisco, ha querido recientemente inaugurar en la plaza de San Pedro una escultura en memoria de todas las personas migrantes y refugiadas, de quienes huyen de la guerra y de la extrema pobreza arriesgando sus vidas. Tanto esta placa conmemorativa como esa otra conmovedora escultura nos recuerdan las palabras de Jesús:
«Os digo que si estos callan, ¡gritarán las piedras!».
Queremos que se oiga el grito de las personas pobres, e invitamos a todo el mundo a unirse a nosotros en este esfuerzo de no dejar a nadie atrás.
Gracias por haber venido hasta aquí, gracias por reconocer nuestro compromiso que intenta seguir el ejemplo de Joseph Wresinski. Estimado hermano Francisco, reciba toda nuestra gratitud por su compromiso para dar voz y dignidad a los más pequeños, a los excluidos.
Muchas gracias».
Justo después, el papa Francisco proclamó la Oración Universal escrita en 1987 por el padre Joseph Wresinski.
- […] Millones de hombres mujeres y niños, cuyos corazones laten aún con fuerza para luchar. cuyo espíritu se levanta contra el injusto destino que les fue impuesto, cuyo valor exige el derecho a la inestimable dignidad […].
Después de dar la bendición, el papa pasó a saludar a cada una de las personas presentes.
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