El amor es inseparable de la justicia
foto: cartel del 17 de octubre de 1987 © Desclozeaux/ATD Cuarto Mundo
Artículo de Frédéric Mailhot-Houde, militante de Cuarto Mundo en Canadá. El amor es inseparable de la justicia, un título que se hace eco de Justice au cœur (Justicia en el corazón), de Joseph Wresinski.
La pobreza impide nuestra libertad
Es una carga que se nos impone desde fuera, unas condiciones de vida que podemos calificar de injustas, insostenibles y sobre las que tenemos poco control. La carga recae sobre la persona y se convierte en una especie de prisión de la que cada vez es más difícil escapar. Conseguir salir de este atolladero, no depende solo de la persona afectada. Necesitamos crear un contexto social adecuado. Mantenerse firme es esencial, pero hay muchos obstáculos y a veces parecen insuperables.
Querer liberarse es el primer paso. El camino es a menudo difícil, pero seguirlo fomenta la libertad colectiva y da valor a nuestros esfuerzos. Sin embargo, estos esfuerzos no siempre son bien reconocidos y no siempre producen los efectos esperados. Muy a menudo, salir de la pobreza parece imposible porque hay muchos obstáculos y dificultades. No debemos sentirnos culpables si es difícil, no es nuestra culpa.
Compartir es nuestra mayor riqueza
¡Vivir juntos y ser solidarios es lo que nos salva! Compartir con la sociedad, con los demás, es vital. Compartir, en todas sus formas, es nuestra mayor riqueza. Hace posible el ser, el amor y la justicia. Una sociedad generosa propaga y estimula el regalo que ella es. Dar es una cualidad y nos encanta. Es a través de la entrega que nos descubrimos mejor los unos a los otros. Compartir los bienes que son vitales de forma justa y según las necesidades de cada uno se convierte en algo natural.
Redistribuir es un acto liberador y profundamente constructivo. Al compartir, nos multiplicamos infinitamente. No deberíamos tener que mendigar, y mucho menos depender de la caridad.
La solidaridad nos une. Es ante todo humana y nos permite alcanzar un mundo de rectitud, fundado sobre bases justas y sanas. La ayuda mutua revela a los individuos en toda su plenitud y en toda la extensión de sus talentos. Al final, lo más valioso es el corazón. Lo importante es que cada ser humano pueda desarrollar todo su potencial con igualdad de oportunidades.
Puesta en común de los recursos
La solidaridad crea vínculos fuertes y duraderos. El principio de toda sociedad justa es la puesta en común de nuestros recursos .
Todo ser humano debe tener plena libertad para obtener lo que necesita para su bienestar y desarrollo. Nadie debería sentir la vergüenza de tener que pedir lo esencial y lo necesario. La indigencia es un destino inaceptable para cualquiera.
Estar al servicio de la vida
Reunir todas nuestras fuerzas en torno a la vida y al servicio de ella es dar una dimensión de compromiso social y humano a nuestra existencia. Conectando con los demás de forma significativa es como encontramos los caminos de la paz. Somos seres hechos para relacionarse. Nadie tiene que quedar en la exclusión o la servidumbre. La justicia y la paz se abrazan.
Cuando la inclusión, la solidaridad y la justicia social se unen, en nombre de las personas, entonces surge un Amor integrador y trascendente que lleva la vida humana a su más alto nivel de realización. Todo ello permite la unión y un fuerte vínculo entre nosotros. El amor es inseparable de la justicia.
Crear las condiciones para que todas las personas salgan de la pobreza no debe considerarse una utopía, sino un compromiso primordial y visceral para todos los implicados. Este debería ser el objetivo prioritario de cualquier gobierno que se precie y que quiera servir al pueblo.