Dia Internacional de las Familias 2021

Dibujo realizado durante el Encuentro Mundial, Pierrelaye, Francia, 2018 © François Jomini / ATD Cuarto Mundo


Carta de la Delegación General de ATD Cuarto Mundo a los miembros del Movimiento por el Día Internacional de las Familias.

Queridos amigos, queridas amigas,

Desde hace 15 meses, la pandemia nos impone su ritmo. En todos los lugares en los que están en vigor, las medidas que se han tomado para contenerla, como el cierre de fronteras, los confinamientos o las limitaciones de desplazamiento, el cierre de los comercios considerados no esenciales, la limitación o la suspensión de actividades religiosas, culturales y el toque de queda, minan la vida social y económica.

  • En todas partes donde está presente el Movimiento, somos testigos de que las familias que viven al día ven crecer ostensiblemente el abismo que las separa de la vida normal con la que sueñan desde siempre y que querrían ofrecer a sus hijos e hijas. Cada crisis quiebra sus frágiles logros y, en muchos países, esta pandemia no es la única catástrofe que deben afrontar. Cada vez hay que volver a empezarlo todo.

En la República Democrática del Congo, en Centroáfrica, en Haití, la violencia provocada por las tensiones políticas entorpece las iniciativas en la vida diaria. En Burkina Faso, atentados a ciegas empujan a las familias a huir. En el Líbano, la explosión en el puerto de Beirut ha minado a la población que vivía ya en una situación precaria. Las familias, nos dice Maya, voluntaria del Líbano, apenas llegan a sobrevivir con los productos de primera necesidad que todavía están subvencionados por el estado, ¿hasta cuándo?

Resistir juntos

De todas partes nos llegan ecos de solidaridad, gestos que muestran un compartir cotidiano, allí donde ya hay tan poco. En Guatemala, una madre y su hija no pueden dormir, piensan en familias vecinas en cuyas casas ya no hay nada. Haciendo acopio de energía, junto con otras vecinas y vecinos, se unen para imaginar acciones y que todas las familias puedan superar las situaciones más difíciles. En Asia, en el Océano Índico, en Oriente Medio, hay familias que se han movilizado para emprender iniciativas solidarias, atrayendo a otras con ellas para que nadie se quede solo y resistir juntos.

En el centro de las crisis que hacen tambalearse a las familias en situación de pobreza, su compromiso solidario es el eslabón decisivo que evita que se hundan los más frágiles cuando la ayuda gubernamental no existe o se hace esperar, cuando no llega a las personas sin documentos de identidad o que viven en zonas remotas. Y, sin embargo, los programas contra la pobreza, con demasiada frecuencia no reconocen esta solidaridad, los políticos la ignoran o, peor aún, la rompen.

Una gran familia

Muchas veces oímos decir que el Movimiento es una gran familia donde, cuando la desgracia golpea, nos mantenemos unidos. Frente a las crisis, los miembros del Movimiento se abren a nuevas situaciones, van más allá de lo que creían que era posible para unirse a otras personas. La familia se amplía. Los lugares en los que se encuentra el Movimiento se convierten en lugares de renovación. En Centroáfrica, familias desplazadas por las inundaciones, que vivían en casetas improvisadas, vinieron a pedir apoyo al Patio.

Incluso en lo más profundo de la miseria, las familias quieren ser parte del mundo, son del mundo. Esta crisis inédita nos empuja a ser creativos para mantenernos unidos, a comunicar más para comprender juntos. De este modo, los miembros del Movimiento han percibido la universalidad de la injusticia y la de la fraternidad. Se han realizado encuentros que tal vez no habrían sido posibles en otras circunstancias. Así dos madres de familias que tienen el mismo nombre, una de Nueva York y la otra de Dublín, se animan mutuamente a distancia por medio de la poesía.

Además de la preocupación por el hambre, las familias experimentan un profundo temor a que sus hijos carezcan de educación

170 millones de niños de Latinoamérica se encuentran fuera de la escuela, según nos dice el equipo de Latinoamérica. La escuela no se ha reanudado desde el comienzo de la pandemia en marzo de 2020. En muchos sitios, donde cierran las clases y los cursos se hacen a distancia, los niños y niñas más pobres no tienen acceso. Sus padres, muchas veces no tienen el espacio, ni el bagaje, ni el material para reproducir la escuela en casa. Viven con el miedo a que sus hijos e hijas abandonen. Sin embargo, ¡cómo esperan y luchan para que salgan adelante! Los equipos de Latinoamérica se movilizan: Tenemos que hacer todo lo posible por crear una dinámica en la región para que niños y niñas vuelvan a encontrar el camino de la escuela y de su futuro.

La educación como prioridad

En Centroáfrica, un maestro tuvo que huir con su familia debido a la violencia en su pueblo, situado a más de 100 km de Bangui. En el Patio, con miembros del Movimiento, ha encontrado el valor para volver a su comunidad. Con el apoyo de jóvenes comprometidos en el Movimiento, padres, madres y maestros han podido rehabilitar la escuela. Se pudo abrir de nuevo. Pero aún era necesario motivar a los niños marcados por los acontecimientos y sin escuela desde hacía meses. El equipo y los jóvenes organizaron un festival del saber para reavivar en las niñas y niños la confianza y el deseo de aprender.

En Haití, las familias de los barrios se han movilizado en Pascua con el equipo y jóvenes para que sus hijos vivan las alegrías y las sorpresas de una “campaña del saber”.

A pesar de todo lo urgente, los padres y madres nos recuerdan sin cesar la prioridad de la educación. Quieren que respondamos al deseo de aprender y de descubrir el mundo de sus hijos e hijas. Quieren hacer todo lo posible para que no tengan que vivir la misma pobreza que ellos mismos y sus mayores conocieron de siempre.

Estar al lado de las familias que afrontan la violencia de la miseria para que puedan vivir en familia

En esta situación de crisis, las familias que viven en la extrema pobreza sufren un mayor maltrato por parte de las instituciones y los planteamientos que orientan su intervención.

Este invierno, en Francia, una pareja joven, sin techo, con una larga historia de dificultades y de resistencia, fue acogida en un centro de alojamiento familiar cuando acababan de nacer sus gemelos. Salen más de lo permitido en tiempo de pandemia. En una única habitación las 24 horas del día, la tensión aumenta, discuten. Se lo acaban reprochando. Constantemente bajo la mirada de los demás, se les juzga rápidamente, se les considera incapaces de criar a sus hijos. Cuando los niños solo tienen tres meses, se los retiran y la pareja se encuentra de nuevo en la calle en plena crisis sanitaria, sin alternativa de realojamiento y sin ninguna seguridad ni para su vida ni para conservar el vínculo con sus pequeños.

Las visitas suprimidas

Este año hemos sido testigos demasiadas veces de que, debido a la pandemia, se han suprimido las visitas de los padres y madres a sus hijos tutelados, sin alternativas reales, y la relación entre padres e hijos resulta aún más debilitada. Eso hunde a los niños en una angustia inimaginable, cuando más necesidad tienen de la fuerza y la seguridad de sus padres y madres. En Francia, hace muy poco, nos hemos enterado del drama de una adolescente en una institución que puso fin a su vida. “No hay sitio para mí en este mundo”, escribió.

Este drama reaviva nuestro rechazo a permitir que se retroceda en el derecho a vivir en familia, con graves amenazas, como el hecho de querer facilitar la adopción y la privación de los derechos parentales. ¡Qué violencia infligida a los padres y madres a quienes se niega la capacidad de amar, qué violencia infligida a niñas y niños privados del amor de sus padres, de sus madres, de su historia familiar, de su identidad profunda!

¿Qué valentía debemos encontrar juntos para seguir resistiendo a esta erosión del derecho a vivir en familia, para denunciarla y rechazarla públicamente?

Herederos de la resistencia a la miseria

En cambio, el equipo de Burkina Faso sigue tratando de llegar a los niños y jóvenes que viven y trabajan en la calle para que recuperen poco a poco la fuerza para volver a tejer lazos con su familia. En Noisy-le-Grand, en Frimhurst y en otras partes, hay padres y madres que descubren dentro de sí una fuerza, una confianza que no sabían que tenían.

El llamamiento que nos hacen hoy día padres, madres, hijas e hijos es que les ayudemos a mantenerse fuertes juntos, a permanecer en familia. Es ahí, en la familia, donde los adultos pueden transmitir a sus hijos e hijas su valor, su inteligencia para vivir situaciones muy difíciles, y su mirada de humanidad sobre los demás. Quieren que este rechazo de la miseria se convierta en un legado en el que sus hijos e hijas podrán apoyarse y hacer que fructifique.

Las familias más pobres nos impulsan

Desde el campamento de Noisy-le-Grand, los sufrimientos y el coraje de las familias nos impulsan hacia adelante, nos guían hacia otras personas que todavía no conocemos. El mundo necesita su tenacidad y su saber, su humanidad, para crear una nueva forma de vivir juntos.

Mientras la pandemia parece amainar en Europa y en otras zonas ricas del mundo, se intensifica en la India, en Brasil… Nuestro mundo vive este contraste terrible entre pueblos que festejan una mejora y otros que sucumben al virus, entre personas que se reencuentran con su vida de antes mientras a otras les cuesta recuperar lo poco que tenían para vivir. Frente a esta desigualdad que divide al mundo, queremos repetir las palabras del padre Joseph Wresinski, su determinación de transmitir el grito de las familias que tiene el poder de congregarnos en humanidad en torno a ellas.

  • “¿Quién puede conocer a una familia del Cuarto Mundo sin intentar liberarla? ¿Quién puede aceptar que un padre de familia sea incapaz de leer y de escribir; que una persona pobre, sobre todo si es joven, sea condenada al desempleo por su falta de formación? Nadie puede aceptar que una madre de familia numerosa no tenga ningún medio para cuidarse de verdad; que no tenga dinero para alimentar ella misma a sus hijos. Ninguna persona de corazón puede permitir que se humille a niños en la escuela a causa de la miseria de su hogar; que familias enteras sean obligadas a vivir como si la felicidad les hubiera sido prohibida para siempre”. (1987)

La importancia de los lazos familiares y sociales

Así, desde hace un año hemos comenzado una dinámica de conocimiento, de acción, y de discurso político para poner de relieve la familia y la importancia de los vínculos familiares y sociales para poner fin a la persistencia de la miseria. Esta dinámica conecta equipos y grupos del Movimiento de diferentes países. Queremos que todos los esfuerzos que hacen las familias, las comunidades y la sociedad para dar a los niños un futuro sin miseria sean útiles.

Aparecerán otras crisis y el mundo necesita más que nunca comprender que no se puede prescindir de quienes viven en la pobreza, de su experiencia y de su resistencia, de su inventiva y de los vínculos de fraternidad que crean.

En este día internacional de las familias, este es el compromiso que queremos asumir con ellas, comunicar esto al mundo es todavía más urgente.

Con nuestra más profunda amistad.