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Fotografias: Plantas e cosecha, 2021 © Eduardo Simas y Mariana Guerra / ATD Cuarto Monde
Ponencia de Eduardo Simas en la 74ª Asamblea General de la ONU. Eduardo Simas es miembro de ATD Cuarto Mundo en Brasil, antropólogo, sociólogo y permacultor.
Economía del don para la vida en abundancia
ATD Cuarto Mundo es un movimiento internacional compuesto por personas que viven en la pobreza como aliadas en la construcción de un mundo donde todos puedan vivir con dignidad. En nombre de nuestro movimiento, quisiera agradecer por la invitación para estar hoy aquí y celebro los esfuerzos de este comité por oír las voces de aquellos que se encuentran en la vanguardia de las luchas económicas, sociales y ambientales a nivel local.
Como miembro de ATD Cuarto Mundo, mi familia y yo nos mudamos a un pequeño pueblo llamado Mirantão, en el estado brasileño de Minas Gerais, para aprender sobre la realidad de la pobreza rural y su relación con el mundo urbano, así como, también, para unirnos a los esfuerzos de aquellas personas que viven esta realidad día a día.
- Rápidamente, pudimos identificar los tipos de dificultades a las que estas personas se enfrentaban: por un lado, la falta de recursos (como tierra o recursos naturales) para mantener su modo de vida tradicional y su identidad como agricultores. Por otro lado, barreras para participar de manera activa en el mundo moderno: acceso limitado a los sistemas de salud, justicia y educación, inseguridad alimentaria, subempleo, falta de oportunidades para los jóvenes, entre otros.
El descubrimiento de una nueva concepción de economía
Y, poco a poco, también descubrimos que ellos tenían herramientas para hacer frente a estos desafíos.
En 2012, un vecino que trabaja como jornalero en el campo, llegó a nuestra puerta con una bolsa llena de tomates frescos. Cuando insistimos en pagarle por ellos, él se negó y con una sonrisa dijo: «ustedes no saben cómo son las cosas por aquí». Al principio nos sentimos en deuda, sentimos que teníamos que darle algo a cambio. Pero nunca era suficiente: cuánto más dábamos, más recibíamos. Nos volvimos buenos amigos.
Más tarde, comprendimos lo que estaba en juego por aquí, cuando una amiga, Donga, una señora mayor que ha trabajado arduamente toda su vida, nos explicó: «es porque damos, que tenemos».
- Y ese es, efectivamente, el sentido de la vida, una forma colectiva de ser donde uno contribuye a la riqueza de la comunidad con la plena confianza de que al participar del flujo de abundancia, estarás bien. Esto es lo que me llevó a convertirme en un agricultor agroecológico: para tener más cosas para compartir.
Um modelo inspirador
Al venir de una sociedad donde aprendemos a guardar lo que tenemos para nosotros mismos, a ahorrar, a acumular, ésta nos resulta una manera innovadora de redefinir lo que es la riqueza y de verdaderamente construir una economía colaborativa basada en relaciones saludables y en reciprocidad colectiva.
Los mismos principios pueden ser aplicados a nuestro planeta: la fuente de abundancia más generosa que siempre ha alimentado y dado refugio a sus hijos. Si tratamos a nuestro planeta con cuidado, ofreciendo lo mejor de nosotros mismos, nunca fallará en satisfacer nuestras necesidades.
Muchas veces hemos visto políticas, proyectos de desarrollo e incluso programas para combatir la pobreza que no tienen en cuenta lo que ya existe a nivel local. Como consecuencia, se debilitan los vínculos de la comunidad, se desarman de redes de solidaridad, se agotan los recursos naturales y las personas quedan más vulnerables a largo plazo.
No se trata sólo de involucrar a las personas y las comunidades en esos proyectos, sino, más bien, ayudarlos a construir sus propias formas de superar los desafíos. Por eso, estas relaciones deben entenderse seriamente.
Sólo podemos entender estas dinámicas viviéndolas en el día a día; compartiendo la vida de la comunidad y uniendo nuestras cabezas y nuestros corazones. Las personas necesitan encontrarse, conocerse los unos a los otros, conectar sinceramente para poder construir vínculos que superen todo tipo de barreras y estereotipos.
Aun tenemos muchas preguntas por responder: ¿cómo construir la solidaridad entre personas en el campo y en las ciudades? ¿De qué manera podemos expandir estas relaciones económicas basadas en la confianza y la abundancia? No tenemos todas las respuestas e invitamos a todos a trabajar con nosotros.
En todas partes del mundo, en el norte o en el sur, e incluso en nuestra comunidad, hay personas que sufren en agonía, que no pueden asegurar su propia subsistencia, que no pueden formar parte de esta economía de abundancia; y esto conlleva a la violencia en su máxima expresión por el hecho de ser consideradas personas insignificantes: cuando no puedes dar, no vales para nada.
- Y nos preguntamos, al final del día, ¿qué es lo que realmente damos? Nuestro bien más preciado: nuestro tiempo, a nosotros mismos. Y eso es algo que todos podemos dar. Por eso, el mayor desafío es quitar las barreras que impiden a las personas ofrecer lo mejor de ellas mismas para los otros y para el planeta.