Formarse en la escuela del Cuarto Mundo

En abril de 2016, ATD Cuarto Mundo en República Centroafricana impartió una formación de una semana a 40 miembros de la PIJCA (Plataforma Interconfesional de Jóvenes de República Centroafricana). Durante los tres últimos años de conflicto esta organización ha desempeñado un papel fundamental en el país a la hora de mantener los vínculos entre diferentes comunidades y barrios, y rechazar la división como algo inevitable.

Varios miembros de ATD Cuarto Mundo Bangui que viven la pobreza en su vida diaria y que trabajan para construir comunidades que no dejen a nadie atrás, prepararon y animaron este encuentro que llevaba por título; «Luchar contra la exclusión y compartir los saberes«.

Algunos participantes, en particular profesionales universitarios o profesores, se sorprendieron al encontrarse ante «profesores de la calle», como Gisèle.

  • «En mi recorrido personal, he vivido muchas cosas, pero no sabía lo que era la miseria. Cuando ves que sufres, todos tus familiares se van alejando de ti. Cuándo compartí con los amigos de ATD Cuarto Mundo en Bangui comprendí que los trabajos forzados que yo desempeñaba, esto era la miseria. Desde entonces comparto con los demás el conocimiento de la miseria que he vivido, para que cada persona pueda encontrar su propio lugar en el mundo.» Gisèle, militante Cuarto Mundo y animadora de la sesión.

El Señor Parfait, habitante de Danzí, también tuvo que afrontar lluvias torrenciales para poder acudir e intervenir. «Antes de conocer ATD Cuarto Mundo, padecía una miseria muy, muy grande. No podía reunirme con otras personas para hablar, estaba muy crispado. (…) Si hoy me puedo expresar sin vergüenza, es porque he podido compartir esta vergüenza con otras personas. Lo que hace ATD Cuarto Mundo es muy importante para permitir a cada persona alcanzar el valor suficiente para hablar sin vergüenza ante las autoridades, incluso ante la justicia, y expresarme con normalidad como si fuera otro ser humano«.

Actuar contra la miseria

Los participantes reflexionaron conjuntamente sobre la manera de realizar una acción que no deje a nadie atrás.

Flora habló de una niña que estudiaba con ella. Estaba «excesivamente sucia» y se burlaron de ella hasta que no quiso volver al colegio. Otros evocaron a los pigmeos, a los que con frecuencia se trata como si no fueran seres humanos.

A partir de estos diálogos, se puso en evidencia un conocimiento de lo que viven los más pobres. Joseph destacó que «una persona que vive en la miseria tiene muchos miedos, y si hay conflicto en la comunidad, se retira, dice que otros tienen que hablar primero y que hablará después«.

Varios participantes decían que habían comprendido que su responsabilidad era en primer lugar acercarse a las personas más excluidas, escucharlas y realizar lo necesario para que estén realmente integradas en los proyectos de su comunidad.

Aprender de las personas más pobres

Los participantes, todos arraigados en una fe cristiana o musulmana, reflexionaron sobre lo que propone su religión en lo referente a la lucha contra la exclusión social. Este análisis les ha permitido entender que la persona pobre no es un «recipiente vacío» que llenar de bienes de los que carece, de conocimientos que le faltan, de un Dios que no conoce… sino que podían también compartir con cada persona diferentes saberes y el deseo de unirse a otras para aprender conjuntamente como mejorar.

  • «Cuando llegas a casa de una persona pobre«, decía un participante, «independientemente que llegues con vehículo o caminando, serás bienvenido. Mientras que a veces, personas que tienen más recursos, se quedan detrás de la puerta con un perro. Te saludan manteniendo la distancia, mandan a alguien a preguntar lo que quieres antes de acogerte, o ni tan siquiera se levantan de la siesta«.

A partir de la contribución de un hombre muy pobre de Bélgica, mediante la versión doblada en sango de la película «La miseria es violencia» surgió un cuestionamiento que impactó especialmente a los participantes: «La paz empezará el día que te des cuenta que el que está delante de ti es exactamente lo mismo que tú, un ser humano que respetar«. Para Mariam «queda mucho por hacer para superar las diferencias que existen entre las personas en la República Centroafricana. Dicen que hay paz pero todavía hay brasas bajo las cenizas. Si nos consideramos realmente únicamente como humanos, conseguiremos permanecer juntos y progresar más«.

En esta ciudad de Bangui, ubicada a orillas del río, elegimos el símbolo de la piragua como elemento que acompañó la progresión del trabajo. Ciertos personajes estaban instalados en la piragua mientras que otros, a causa de su pobreza, se quedaban fuera. Fue una oportunidad para dialogar sobre la responsabilidad de cada persona a la hora de ayudar que todas subieran. Los remos simbolizaban la experiencia personal de cada cual, la búsqueda de una acción colectiva que no dejara a nadie atrás. Por fin, «los peces del saber» permitían expresar los saberes que cada persona recibe y transmite en su encuentro con los más excluidos.

Todos los participantes terminaron la formación expresando su voluntad de luchar contra las discriminaciones en su barrio, su pueblo o su comunidad.

  • «Pensaba que las personas pobres y los ricas eran diferentes. Pero esta formación me ha mostrado que todos los seres humanos son iguales«.
  • «Y eso me da más ánimo y conocimiento para trabajar con la población centroafricana y extranjera (niñas, niños y jóvenes de familias congoleñas inmigrantes en RCA y que actualmente se encuentran indocumentados
  • «Mediante esta formación voy a considerar a todos los demás como seres humanos como yo«.

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Fotos © ATDCuartoMundo República Centroafricana