Haití: A cinco años del terremoto | Jacqueline Plaisir
Jacqueline Plaisir, delegada general adjunta del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo, estaba en el equipo de Haití en el momento del terremoto. Ella evoca aquí los sufrimientos pasados y las esperanzas del pueblo haitiano por reconstruir una nueva sociedad:
En la noche del terremoto destructor del 12 de enero de 2010, en el caos, y durante las primeras semanas que siguieron, vecinos de todos medios, de todas edades, se encontraron fuera con las manos vacías, el corazón afligido, durmiendo la noche lado a lado en el mismo suelo unidos en una humanidad sin maquillaje y sin reserva. Era como un bálsamo en el sufrimiento de haber perdido todo en un segundo. Era la fraternidad reencontrada en la indigencia compartida. Y poco a poco según sus posibilidades, cada uno ha reagrupado las seguridades que le quedaban, ha regresado a su patio y poco a poco los más desfavorecidos ante la catástrofe se encontraron entre ellos, en medio de la calle obligados entonces a unirse a un campo de damnificados.
Quedaba aún la esperanza de que la ayuda internacional iba a permitir reconstruir el país con el sudor, el coraje, la inteligencia y el compromiso de los haitianos, pero no sucedió así. Los hatianos fueron inundados por una marea de instituciones de ayuda y de expertos bajo el control de los donantes de fondos, en un diálogo muy reñido con las autoridades. Ellos no pudieron controlar gran cosa. En lo alto de Martissant, la mayoría de las familias se quedaron en sus barrios para apoyarse unos con otros y es gracias a su mutua solidaridad lograron hacer frente. Ellas quisieron dar su opinión sobre la construcción de su país en el marco de una consulta organizada por iniciativa de Michèle Montas entonces Consejera especial de la ONU. Ella quiso dar “una voz a los sin voz” durante la primera conferencia de donantes en Nueva York en abril de 2010, pero no tuvo más que algunos minutos. Sin embargo, las personas interrogadas tenían ideas claras de lo que sería bueno hacer para su país: desde el principio habían declarado que no se trataba de una reconstrucción sino de una refundación de la nación sobre la base de la unidad. Tomando un poco más en cuenta el mundo rural, olvidado en relación a Port-au-Price, en una dinámica de descentralización que implica que todo el país reciba los frutos de los esfuerzos realizados juntos. La gran mayoría de las familias deseaba que cada uno pueda tener un techo, acceso a la salud, y que los niños puedan ir a la escuela y tener las condiciones para aprender.
Cinco años después, una centena de miembros del Movimiento expresan su decepción a través del video «Nous fek kare lite» (Luchamos sin cesar). Seguramente hubo obras en el campo de la reconstrucción, pero no las oportunidades esperadas como el trabajo, no más acceso a la escuela gratuita para los niños. Ellos hablan sobre todo de la decepción de no haber podido todavía hacer surgir lo esencial: una consciencia de que ninguna persona pueda mantenerse fuera de lo que concierne al vivir juntos y el bien común, pues cada uno tiene algo que aportar.
Recuerdo que, apenas dos meses después del sismo, una mamá de Martissant interpelaba al equipo de ATD Cuarto Mundo: «¡Nosotros debemos retomar los proyectos de la pre-escuela, y Bebés Bienvenidos, eso es lo que es importante!». Entonces, una tienda de campaña había sido inmediatamente levantada para recibir a los pequeños, ávidos de rencontrar sus crayones y sus libros y sobre todo a sus amigos. Luego las alfombras y los juguetes para las mamás y sus bebés. Siempre en la búsqueda de la vida, y en lo más profundo de la urgencia, las familias nos enseñan esta profunda esperanza y esta convicción inscrita en sus corazones y sus mentes de que la humanidad no puede estar más que de pie, imaginando y forjando un futuro mejor. Esta resistencia, esta confianza en la vida contra viento y marea, las familias la desarrollan para inventar respuestas para el hoy sin jamás perder de vista el horizonte. «Nosotros luchamos sin cesar… sin recobrar el aliento, es el arma más grande que tenemos» dicen con dignidad.
Así fue desde el origen de la nación haitiana, mujeres y hombres ebrios de su libertad encontrada pero también acérrimos defensores porque no les sea usurpada de nuevo, no han podido contar más que con sus propias fuerzas, sin poder compartir con otros su intuición de una sociedad igualitaria y su experiencia de organización por el «koumbit» [1] , el « tèt ansanm », donde se comparte la fuerza, el coraje y la inteligencia para construir las bases de una nueva civilización. En 1986, el pueblo haitiano derrocó la dictadura, pero todavía existe una gran mayoría de la sociedad no tiene el poder de brindar su contribución a la transformación del país. En el 2010, ¿quién ha querido verdaderamente ponerse a la escucha de aquéllos que tienen la vida difícil para que puedan expresar su sueño, y su visión de la reformación de su nación? Los más pobres todavía están condenados a arreglárselas por sí mismos, sin ese diálogo esencial dentro de la sociedad. Todavía sigue siendo un reto para la nación.
A nivel internacional, Haití nos llama a atrevernos a un nuevo tipo de colaboración, atreverse a dejarse guiar por la creatividad de un pueblo en su búsqueda de unidad y de apertura al mundo. Porque « nadie puede liberarse solo de la miseria », decía Joseph Wresinski, recordándonos esta necesidad de unirse, en el sentido de atar nuestros destinos, de caminar juntos, tomar riesgos con aquéllas y aquéllos que viven en la urgencia perpetua, el volver a empezar sin fin.
Haití tiene algo fundamental que decirnos. Este país puede permitirnos comprender nuestra realidad humana. « No solamente lo real haitiano, sino también la realidad humana en general, el gran desorden humano » nos dice el fascinante artista pintor, escritor, dramaturgo Frankétienne de Haití. « Ahora es cuando lo descubrimos. El planeta vive en un gran desorden. La vida ella misma es un caos generador de luz.»
Haití es como un llamado irresistible de la vida a querer hacerse comprender y amar. En su búsqueda, Haití nos habla de la imperiosa necesidad de unirse los unos a los otros para liberarse juntos definitivamente de esta vana opción del « cada quien por sí mismo » que agota nuestras fuerzas y desgasta nuestra humanidad. Unirnos en nuestro barrio, unirnos en nuestros pueblos. Que al fin podamos vivir plenamente una etapa de creación conjunta, de cooperación. El mundo tiene necesidad de esto para brindar paz y seguridad a cada uno.
Jacqueline Plaisir, Delegada General adjunta de ATD Cuarto Mundo
[1] El koumbit es una forma de solidaridad que existe entre un grupo de personas que deciden juntarse para hacer trabajos que una sola persona no llegaría jamás a hacer.