Miguel Ángel Estrella: la responsabilidad de compartir
Miguel Ángel Estrella, 2008 © ATD Cuarto Mundo / Centro Joseph Wresinski / 6001-008-030_019
Mensaje de la Delegación general del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo.
En 1988, Miguel Ángel Estrella, reconocido pianista argentino y gran amigo de las personas en situación de pobreza de todo el mundo, dio un concierto en el número 140 de la calle Ménilmontant de París. Los vecinos de este barrio desfavorecido se emocionaron profundamente escuchando el concierto, muchos de ellos desde las ventanas de sus casas.
Este fue uno de sus primeros encuentros con ATD Cuarto Mundo. De ahí nació un profundo cariño mutuo que duró a lo largo de los años, entre los miembros del Movimiento y este gran pianista del que Nadia Boulanger decía que ante todo, era un poeta. Durante varios años fue miembro del Comité Internacional 17 de octubre, Día Mundial para la erradicación de la Pobreza Extrema. En esta lucha por los Derechos Humanos, consideraba a los miembros de ATD Cuarto Mundo como sus hermanos y hermanas.
Otra dimensión que le vinculaba profundamente con ATD Cuarto Mundo era su capacidad natural para compartir siempre lo mejor con los más desfavorecidos. Nos hablaba de esos momentos que había pasado haciendo música en barrios marginales y asentamientos donde él y su mujer habían tocado. Nos explicaba con detalle lo que había aprendido de diferentes personas que había conocido en esos momento sobre la música y sobre la vida.
Una delegación de ATD Cuarto Mundo se reunió con él en Cotonú (Benín) en 1989, durante una conferencia que reunía actores de la sociedad civil para ayudar a encontrar una solución pacífica a la crisis social, económica y política que atravesaba el país en aquel momento. Durante las sesiones de trabajo, Miguel Ángel Estrella se unió naturalmente a los miembros de ATD Cuarto Mundo, apoyándoles para hacer oír la voz de las personas en situaciones más graves de pobreza.
Un tiempo después, acudió al Centro Internacional del Movimiento internacional ATD Cuarto Mundo, cerca de París. Quería visitar la tumba de Joseph Wresinski. Se arrodilló, besó la tumba y dijo desde lo más profundo de su corazón: «Todos somos sus hijos».
Le gustaba contar lo que le había dicho su abuela en una ocasión:
“Miguel, has recibido el don de la música, si quieres honrarlo, compártelo con los que están privados de de ese don.”
A finales de los años 70, fue detenido en Uruguay y torturado por la junta militar durante la dictadura en Argentina, su país. Vivió así la misma realidad que golpeó a miles de personas en América Latina durante esos años, lo que se conoció como la experiencia de “los desaparecidos.” La música desempeñó un papel esencial para ayudarle a superar esta situación. Gracias a su música, artistas famosos se movilizaron para conseguir su liberación. Pero además, la música le ayudó también a no hundirse en el momento de mayor sufrimiento.
Cuando fue liberado, el mundo de la música le esperaba en las salas de conciertos más importantes, desde Nueva York hasta París. Sin embargo, Miguel Ángel Estrella, siguiendo las palabras de su abuela, prefirió tocar en las cárceles y fundó Música Esperanza para llevar la música hasta las personas y comunidades en situaciones de mayor pobreza de todo el mundo. Este compromiso radical hizo que muchas veces recibiera comentarios humillantes, como si lo hiciera por evitar tocar delante del público de las grandes salas y de la crítica especializada.
La colaboración entre Música Esperanza y ATD Cuarto Mundo permitió el nacimiento de proyectos preciosos, como las «escuelas de música». Pero además, provocó momentos muy especiales en los que Miguel Ángel Estrella se unió a nosotros para tocar en las casas de la gente más aislada, en Perú, Bolivia, Canadá, Francia…
Como aquel 17 de julio de 2001, en el que vino a tocar con un magnífico piano de cola de conciertos, bajo una carpa, para familias gitanas que vivían en la Butte Pinson de Montmagny, cerca de París. Después del concierto, las familias le recibieron en sus caravanas. Por la noche, dio un concierto en la sala de espectáculos del pueblo. Los niños del Butte Pinson, y sus familias, estaban en primera fila.
Y cómo no recordar también ese otro momento en Noisy-le-Grand, donde se instaló el piano de cola sen medio de los habitantes. Sin decir mucho, Miguel se sienta al piano y comienza a tocar varios fragmentos de piezas de Mozart, Beethoven y Bach, sin mencionar los nombres de los compositores. Pregunta a la gente: «¿Hay alguna música que os guste especialmente y que os gustaría que siguiera tocando? Alguien responde: «Sí, la segunda pieza».
La gente escucha intensamente. Y en cuanto se detiene, alguien le pide que continúe. Poco a poco empieza a hablar de los compositores cuyas piezas está tocando. Entonces pregunta: «¿Alguno de ustedes toca un instrumento? Una persona se levanta, coge su acordeón y empieza a tocar. En ese momento, otra persona se levanta y empieza a bailar, diciéndole a Miguel:
«¡Bailarín, eso es lo que me hubiera gustado ser!»
Se funden en un abrazo. Siempre era así con él, un encuentro humano, con la exigencia siempre de compartir lo mejor.
Miguel Ángel Estrella fue un pianista extraordinario que eligió a los más pobres, luchando por lograr que la música fuera accesible para todas y todos. En una Revista de ATD Cuarto Mundo escribió:
«Todos los seres humanos necesitan la belleza para vivir plenamente sus dimensiones humanas, en el compartir».