A nosotros sí nos llegó la ayuda: queremos compartir
En Guatemala, al igual que en muchos países de América Latina, la cuarentena impuesta a causa del covid-19 impide a miles de personas salir a trabajar a las calles y obtener el sustento diario. Para las familias más pobres, esto puede significar no tener siquiera una tortilla con sal que dar a los hijos. Luis Zepeda y Sindy Sequén son militantes de ATD Cuarto Mundo. En este texto, extracto de una entrevista realizada a través de una videoconferencia en el segundo mes de cuarentena, explican cómo actúan para cuidar y solidarizarse con las personas más vulnerables de su colonia en la Ciudad de Guatemala.
Se sienten solos, tristes, abandonados
«Han caído en una soledad. No le encuentran ni un principio ni un final —explica Luis al referirse a sus vecinos de la colonia—. No encuentran de qué manera poder trabajar porque ahora no hay trabajo, entonces no tienen cómo darle algo para comer a sus hijos, ni siquiera para una tortilla con sal… Se sienten solos, tristes, abandonados.
»Mi amigo me decía: “Ahora no hay trabajo, ¿cómo le vamos a hacer para alimentar a nuestras familias? No tenemos cómo, no tenemos las posibilidades económicas para decir que nos vamos a quedar en casa”. Es la situación que se vive en toda Guatemala. Si el coronavirus no nos va a matar, decía mi amigo, nos va a matar el hambre, y si no nos mata el hambre, pues nos van a matar las pandillas».
Otra consecuencia de la cuarentena, explica Luis, es el cierre de las escuelas y el encierro de niños y jóvenes en la colonia, y lo que pasa cuando los niños no van a estudiar: «Son familias que están retiradas de la sociedad. Sus hijos e hijas ahora no están yendo a estudiar y están propensos a participar en la pandillas, en las drogas y en muchas cosas que nos rodean a nosotros acá. No están estudiando, no tienen las posibilidades, no tienen un acercamiento de los maestros para poder enseñarles de alguna otra forma que no sea por internet. Sus padres no tienen como darles de comer, vestirlos…
»La voz de los jóvenes acá no se escucha. ¿Cómo decirle a un joven que todo va estar bien, que no se preocupe, que vamos a salir adelante? No hay cómo transmitir un mensaje de esperanza».
Para Sindy, la parte más dura la viven los más pequeños: «Pienso más en los niños porque también están sufriendo. No pueden salir a las calles y no les están dando la educación como debería de ser».
Sindy y Luis tienen un hijo de 7 años que está recibiendo clases por medio de whatsapp. «Es de las pocas maestras —explican— que ha dedicado de su tiempo y ha decidido ella misma dar clases por whatsapp, pero nos hemos dado cuenta que, de los 21 niños, siete no participan de las reuniones. No sabemos cómo están esos papás económicamente, no sabemos qué estén haciendo… Hay muchos padres de familia que no saben leer ni escribir y que económicamente no están bien. ¿Qué van aprender los niños?, ¿qué va a pasar con el tiempo que se está perdiendo en la educación de los niños? Es algo que nos preocupa».
Sabemos qué es pasar hambre y eso nos motiva a compartir
Como ha ocurrido en muchos países, las autoridades están proporcionando algunas ayudas económicas a quienes viven en situación de pobreza, «pero —explica Luis— la ayuda no les está llegando a todos. Las familias de otros sectores de la colonia están más empobrecidas, están mas apartadas de la sociedad y no tienen en estos momentos cómo poder sobrevivir porque son personas y familias que viven del día a día, pero ahora no hay».
«Me nació compartir al ver la necesidad de las familias, ya que a nosotros sí nos llegó la ayuda. Le dije a Luis que compartiéramos un poco de lo teníamos—cuenta Sindy—. Vimos de verdad la necesidad que hay en el sector allá arriba y por eso nos nació ir a dejar víveres. Conocíamos a una señora que es de escasos recursos y cuida a una nieta, pero no tiene entrada de dinero ni por esposo, ni por hijos, ni por nada. La señora vende ropa, pero ahorita con esta crisis no hay venta, no hay nada, y ella está directamente sin nada».
Como militantes de ATD Cuarto Mundo, Sindy y Luis tienen una larga historia de compromiso con las personas más vulnerables de su comunidad, una lucha que nace de su propia vida. «También hemos vivido la pobreza —explica Luis—. Cuando empezamos a estar juntos como pareja, nuestra situación económica y emocional no fue la mejor. Sabemos lo que es no tener absolutamente nada, sabemos lo que es pasar hambre, lo que es estar solos. Sabemos también lo que es que los hijos no tengan algo para comer.
»Eso fue lo que nos motivó a ayudar, porque ahora, por lo menos, nuestra entrada económica no nos deja sin comer. Nosotros vivimos esas circunstancias y esto nos motiva a compartir, a estar pendientes de otros, a decir que nosotros ya lo vivimos y tenemos que hacer algo para que alguien más no lo viva, porque esto es muy duro.
»Yo lo viví con mi papá y mi mamá. Sus trabajos no eran dignos, no tenían cómo producir. Había días que no teníamos para comer. Me recuerdo que pasamos un año completo comiendo frijoles y arroz nada más, a puro frijol y arroz. Entonces, poder escuchar, para nosotros, es muy importante, porque a nuestros padres nadie los escuchó, nadie los motivó, nadie les tendió una mano para salir de donde estaban».
Nadie había venido a ver cómo pensamos
«Teníamos mucho que aportar, mucho que dar, mucho que decir, pero a nosotros nadie nos escuchó cuando fuimos niños, a nuestros padres nadie los escuchó cuando fueron padres, a nuestros hermanos nadie los escuchó. —explica Luis.
»Sabemos qué es estar solos, que nadie se preocupe por nosotros y se tome el tiempo de platicar o pregunte, en algún momento, cómo estás. Entonces, si vamos hablar, tenemos que aprender a escuchar también. Escuchar nos motiva y nos llena.
»No podría asegurar qué es lo que pasa con las familias o lo que pasa con nosotros cuando alguien nos escucha, pero creo que se sienten felices. Nadie, piensan, había venido a escuchar nuestras emociones, a ver nuestro actuar, a ver cómo hemos pensado… Esto es lo que vivimos con Cristy1 cuando fuimos a visitar a algunos jóvenes para saber cómo estaban durante la cuarentena: primero salía el joven, ya luego salía la mamá, luego el papá, luego los hermanos… y nos tocó escucharlos a cada uno. Sé que para ellos es importante hablar y que alguien los escuche, poder desahogar todo el dolor que tienen dentro de su corazón por diferentes circunstancias».
«Las personas —dice Sindy—nos cuentan lo que han pasado, lo que han vivido y encuentran alguien con quién platicar y no sentirse solos». Para Luis y Sindy, escuchar a sus vecinos también es una oportunidad de aprender: «Compartir nos ayuda a conocer las historias de las familias. No nos quedamos solo en lo que nosotros vivimos y hacemos, sino también en lo que otro vive y en lo que otro pasa —añade Luis.
»Escucharlos nos motiva a ser mejores personas, a poder estar atentos no solamente a lo que los demás dicen, sino a lo que nosotros decimos: poder ver dentro de nosotros mismos qué podemos hacer y cómo podemos aportar, no solo a la sociedad sino a quien lo necesita de verdad».
—
Después de esta entrevista, las condiciones de confinamiento en Guatemala se han endurecido aún más. Además, con el paso del tiempo, se suman las semanas sin poder trabajar y la situación de precariedad y angustia crece en las comunidades más marginadas de América Latina y el Caribe. En este contexto, los compromisos como el de Sindy y Luis con sus vecinos son cruciales para la supervivencia de las personas y familias más pobres.
Este texto forma parte de una serie de artículos sobre la solidaridad y el cuidado mutuo que se vive en América Latina durante el tiempo de la pandemia del covid-19.
➡ Ver el vídeo del webinar con los protagonistas de este artículo Solidaridad, cuidado mutuo y resiliencia. Aprender de las iniciativas de las comunidades en pobreza de América Latina durante la pandemia.
➡ Quiero actuar. Descubre cómo unir tu compromiso
- miltante de ATD Cuarto Mundo