Dar el primer paso; madres, padres, profesores
En 2017, ATD Cuarto Mundo hizo una invitación a escribir, ante situaciones de injusticia y extrema pobreza, historias reales de transformación que muestran que cuando nos unimos en una misma lucha podemos lograr que la miseria retroceda.
Para favorecer una expresión colectiva intentamos, en nuestro sitio web, no firmar los artículos, salvo en casos excepcionales. En este caso se trata de personas precisas que intentan poner en valor historias experimentadas en primera persona.
Por Babette (Francia)
Cuando mis hijas e hijos estaban en la escuela primaria llegó una nueva directora. No me gustaba. Un día pidió el certificado del seguro médico de nuestro hijo que tenía que ir con ella a una salida escolar, una «clase verde» (actividades de temática medioambiental). Tras consultar al inspector para saber si este seguro médico era realmente obligatorio, nos dimos cuenta de que nuestro seguro no cubría a nuestro hijo para esta actividad. Era exactamente lo que nos había dicho la directora pero no la creímos. Entonces, decidimos cambiar de seguro y el día que hicimos los trámites, la directora nos esperaba fuera de la oficina de seguros. Entendimos entonces que se preocupaba por nosotros.
La directora aceptó nuestra invitación a tomar un café a nuestra casa, para nuestra ¡monumental sorpresa!
En la escuela, transformó la kermés en una feria de conocimientos. Las niñas y niños animaban diferentes puestos y los padres también participaban, era algo que no había sucedido nunca antes. Descubrimos entonces que esta profesora no era como los demás pensaban que era.
Después nos habló del Movimiento ATD Cuarto Mundo. Nosotros ya ayudábamos mucho a las personas de nuestro barrio y lo que nos dijo nos gustó mucho.
Poco a poco nos llevó a cambiar nuestra mirada.
Así es como se convirtió en una buena amiga y que, aunque ya estaba jubilada, me acompañó al instituto cuando mi hija inició sus estudios secundarios. Durante muchos años vino a nuestra casa a dar apoyo escolar a dos de nuestros hijos. Dialogamos mucho y nos enseñó a entender las normas del instituto y a no tener miedo.
Cuando mi hija Sandra inició sexto de primaria, último año de primaria, esta amiga me acompañó a la reunión de padres, madres y profesores. La reunión con los profesores me permitió entender mejor lo que hacían y cómo debía estudiar Sandra. Por ejemplo, el día que no tienen tareas escolares, es adecuado repasar las lecciones. Sin embargo, en inglés, no puedo ayudar a mi hija porque yo no sé inglés. Estas reuniones también permiten conocer el comportamiento de mi hija Sandra en clase, y de este modo, ya no me puede contar mentiras. También me dio la oportunidad de decir que Sandra no veía bien lo que escribían en la pizarra cuando estaba lejos y que estaba esperando la cita del oftalmólogo, muy difícil de obtener.
La presencia de mi amiga me permitió también entender la importancia de la educación física. Cuando me reuní con la profesora de educación física, dijo que mi hija Sandra no escuchaba, que no se esforzaba, que no hacía más que hablar con sus amigas; la profesora esperaba que Sandra se esforzase en las actividades propuestas. Le dije que a mi hija no le gustaba el baloncesto y que no veía para que le iba a servir en la vida jugar al baloncesto. Estaba enfadada. Mi amiga le preguntó entonces a mi hija si entendía lo que la profesora esperaba de ella. Mi hija le contestó que no entendía muy bien. La profesora tomó tiempo para explicarnos por qué y cómo se hacía deporte en el instituto. Me di cuenta en realidad que hacía bien su trabajo y que se interesaba por sus alumnas y alumnos. Volví a hablar con mi amiga y vi que esta profesora tenía razón. Las reuniones con los profesores en general han sido positivas.
Sin embargo, no ocurrió lo mismo con el profesor de historia. No tengo ganas de reunirme con él cuando dice que mi hija no aprende sus lecciones. Siento que me está reprochando que no me ocupe de mi hija, porque ella no hace sus deberes. Añadió que tenía que seguir el programa y que no había recibido formación para dar apoyo a alumnos con dificultades.
Desde que asisto a las reuniones madres-padres-profesores pienso que mi hija entiende mejor lo que los profesores quieren de ella; hemos seguido el consejo de mi amiga respecto a que Sandra participe en horas de apoyo escolar y también en actividades como teatro, coro y judo.
La escuela no puede seguir avanzando sin los padres y las madres
Pienso que las y los profesores, a la hora de instruir, no pueden hacerlo todo ellos solos, por lo tanto, nosotros, padres y madres, tenemos un importante papel que desempeñar: apoyar a nuestras hijas e hijos. En cualquier caso, los docentes deben saber que estamos ahí, que pueden acudir a nosotros cuando hay un problema y que podemos reunirnos incluso cuando todo va bien, únicamente para dialogar. Además, la escuela nos propone desempeñar este papel que es el nuestro. Esto significa que participamos, que nos interesamos por lo que pasa en la escuela. Podemos pedir información sobre los proyectos escolares, como padres y madres, tenemos derecho a ello.
Estar ahí: eso es cumplir con nuestro papel. Se trata de todo un acompañamiento, únicamente si nos unimos podremos actuar para facilitar el éxito de nuestros hijos.
Por mi infancia difícil pensaba que todas las personas eran malas personas, pero descubro que en realidad no es cierto.
Gracias a esta directora, he ganado confianza en mí misma. Ahora me atrevo a ir sola a las reuniones entre madres y padres y profesores.
Para saber más, visite el blog 1001 Historias de Resistencia