25º años de la Convención de los Derechos de | Diana Skelton
Mensaje de Diana Skelton, Delegada General Adjunta, con motivo del 25º aniversario de la Convención de los Derechos del Niño.
«He cambiado mucho. Solía sentirme como si importara menos que otros niños. Pero al conocer a otros, me di cuenta que nadie es menos importante que los demás. Todos somos iguales». Fátima, El Salvador.
«Aprendí que podemos tener amigos de diferentes orígenes, de Urkupiña en El Alto y del colegio Franco-boliviano en La Paz, porque ellos estaban juntos y han tocado instrumentos musicales típicos, eso me hizo reflexionar mucho’. Mireya, Comedor Wisllita, Bolivia.
Los niños que viven en pobreza nos piden no sólo que respetemos sus derechos sino también que les ayudemos a ver el valor y el potencial que hay en ellos mismos, ayudándolos a construir amistad con niños de diferentes orígenes. Además nos piden no sólo ayudar a sus familias sino profundizar en lo que sus padres tienen para ofrecer al mundo: experiencia, valores y su inteligencia. Los niños esperan que todos los niños puedan vivir con sus familias, que todas las familias cuenten con amigos que acaben con la discriminación y la exclusión social, y que todas las familias cuenten con el apoyo de políticas familiares justas, diseñadas en el espíritu de la indivisibilidad de los Derechos Humanos y la Convención de los Derechos del Niño.
El compromiso mundial realizado en la Convención de los Derechos del Niño, 25 años atrás, marcó un gran cambio respecto a la protección de la salud y el bienestar de los niños y en la comprensión de la importancia de escuchar la voz de los niños. Cinco años atrás, las directrices de la ONU sobre el Cuidado Alternativo de los Niños avanzaron más aún en el entendimiento de que ’la pobreza material y económica o las condiciones imputables directa y exclusivamente a tal pobreza, no sean nunca la única justificación para apartar a un niño de la tutela parental’. En 2012, los Principios Rectores sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos fueron adoptados. Éstos declaran: ’De conformidad con la obligación de proteger el interés superior del niño en todo procedimiento de protección de un menor, los esfuerzos deben apuntar principalmente a permitir que el niño permanezca al cuidado de sus padres o regrese al entorno familiar, incluso abordando el problema de las privaciones materiales de la familia’.
Y sin embargo, en todo el mundo, los responsables políticos bien intencionados o grupos sin fines de lucro siguen respondiendo a la pobreza con la idea equivocada de que separar a los niños de familias de bajos ingresos es la mejor manera de ayudarlos. La adopción internacional sigue siendo «un mercado de auge y caída para los niños [donde] el potencial para el fraude y el abuso es alto». Muchísimos niños ofrecidos en adopción, de hecho, todavía tienen al menos uno de sus padres. Los servicios sociales en los países donde tratan de reducir sus tasas de «pobreza infantil», a menudo quitan a los padres el cuidado tutelar de sus hijos por razones de «negligencia», lo que casi siempre habla de casos en los que existen falta de medios económicos, no hay evidencia de abuso. Son los mismos niños que nos dicen lo doloroso que es saber que sus padres son menospreciados, considerados incompetentes y tratados sin dignidad. Ellos dicen:
Les pedimos que se permita a los niños vivir con sus padres. Si no es posible que nos quedemos con nuestras familias, es importante para nuestro bienestar mantenernos en contacto con ellos, porque siempre hay un pedazo de nuestro corazón que se queda con nuestras familias. Si no podemos mantenernos en contacto, siempre vamos a estar tristes, aunque no parezca. (Contribución presentada al Alto Comisionado para los Derechos Humanos, por el Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo con motivo del 20º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño en 2009)
Las Naciones Unidas y las autoridades nacionales y locales deben comprometerse a la aplicación de las Directrices de la ONU para el Cuidado Alternativo de Niños, con la participación de los padres que viven en pobreza para garantizar que todos los niños y sus familias son respetados, y que los recursos disponibles son invertidos en el apoyo a estas familias en lugar de colocar a los niños con otras familias o en instituciones.
Los niños que viven en familias de bajos ingresos perciben la falta de respeto generalizado hacia sus padres desde pequeños o a lo largo de sus vidas. Cuando logran inscribirse a la escuela, ven esta actitud, demasiado a menudo, en la forma en que sus maestros se dirigen a sus padres. En algunos países, el plan de estudios de la escuela data incluso de la era colonial y da valor sólo al conocimiento que es útil para el trabajo urbano administrativo. Esto no sólo no prepara a los niños para hacer frente a los desafíos que enfrentan sus comunidades hoy en día, sino además ignora el conocimiento y la experiencia de sus familias, lo puede obligarlos a tener que elegir entre el éxito académico y su sentido de pertenencia a su comunidad. Los educadores deben aprender a tomar en cuenta y apoyar los esfuerzos e iniciativas que los padres hacen por el futuro de sus hijos. Crear conciencia de que los padres son los primeros socios para el éxito académico de sus hijos hace que para que los maestros y las familias extendidas de los niños sea posible actuar en un espíritu de cooperación y complementariedad.
La discriminación, la estigmatización y la intimidación en los lugares de aprendizaje, aumenta el miedo y el fracaso de los niños y evitar que los padres se comuniquen con los educadores. Es importante promover la cooperación entre los alumnos y ser creativo al abordar el hecho de que la competencia puede menoscabar la experiencia escolar tanto de los «ganadores» como de los «perdedores», tal como lo han señalado los maestros durante el proyecto «Juntos construyendo una escuela donde todo el mundo tiene éxito” y los jóvenes y adultos que viven en pobreza durante la evaluación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en particular con respecto a un proyecto en el que se muestra la pedagogía del no-abandono para enriquecer la educación para todos. Además, el Movimiento de niños Tapori es una herramienta clave para poner fin a la intimidación. A través de Tapori, los niños de todos los orígenes se conocen entre sí y construyen amistad a través de un boletín y a través de proyectos comunes. Los niños Tapori dicen:
A través de nuestras acciones ganamos en el respeto de nuestros derechos y avanzamos en la defensa de los derechos de todos. Nuestras acciones ya no son demasiado pequeñas para ser significativas cuando somos 100.000 los que nos ponemos en acción. Gracias a los amigos, podemos olvidarnos de nuestras preocupaciones y nuestra tristeza y hacernos más fuertes. Todos deberíamos tener un amigo con quien jugar. Tratamos de aceptar a otras personas tal como son e intentamos dejar de juzgar a alguien sin conocerle. En la escuela, cuando hay niños que están solos, si no se acercan a nosotros, nos acercamos a ellos […] Nos ayudamos mutuamente para que podamos aprender juntos. […] En algunos países los niños Tapori que van a la escuela comparten lo aprendido con los que no van: palabras nuevas, canciones, poemas… A veces nuestros padres están agobiados por las dificultades de la vida, así que les ayudamos para aligerar su carga, aunque todavía seamos pequeños […] Nos ayudamos unos a otros para trabajar más rápido y así poder ir a jugar juntos o a conversar. Pensamos que toda la gente que vive en la pobreza no sólo necesita una casa o un trabajo, ellas tendrían que poder disfrutar de la vida. En nuestros corazones está la esperanza de un mundo de paz, de amistad y de amor. Pero no podemos tener éxito nosotros solos. Tenemos que juntar nuestros esfuerzos y nuestras ideas. Sin solidaridad, no vamos a poder luchar contra la pobreza. Unámonos para que el mundo mejore y no haya más injusticia. ¡Contamos con ustedes!
Que este 25 aniversario nos estimule a todos a prestar más atención a la llamada de los niños. Debemos asegurarnos que todas las familias sean respetadas y apoyadas por políticas de familia justas, diseñadas en el espíritu de los derechos humanos. Debemos acabar con la intimidación y la discriminación y convertir a los padres en nuestros primeros colaboradores en la búsqueda del éxito escolar de sus hijos. Debemos promover la cooperación entre estudiantes, la amistad entre niños de toda clase de orígenes, de modo que los niños puedan ¡disfrutar de la vida!