Nuestra radicalidad está en nuestros lazos
Foto: Delegación General de ATD Quart Monde, Francia, 2017.
Carta de la Delegación General a los miembros del Movimiento internacional ATD Cuarto Mundo.
Afrontar la situación
Estos últimos meses, las familias que conocemos no han tenido tregua. Por todo el mundo, la pandemia sigue causando estragos, el virus se propaga y, con él, las restricciones: imposibilidad de ir a la escuela para muchos niños y niñas, prohibiciones de trabajar, de trasladarse, de reunirse. En el centro internacional del Movimiento, habíamos previsto varios encuentros internacionales de miembros que hubo que cambiar por diálogos a distancia. La obligación de vivir con estas restricciones creó entre todas y todos nosotros una necesidad aún mayor de salir del aislamiento, de sentirnos vinculados y de abrirnos al mundo. Nos hemos adaptado a herramientas que no dominábamos para así hacer posible los diálogos a distancia. Hemos tratado de seguir avanzando juntos, mantenernos unidos. En este periodo en el que todo empujaba a encerrarse en sí mismos, hemos sido capaces de afrontar la situación y actuar de otra manera.
Cada vida cuenta, toda persona tiene un valor
En el equipo, nos damos cuenta de la calidad de los vínculos y amistades generadas entre miembros del Movimiento, cuando recibimos una llamada telefónica de Isla Mauricio o de Canadá preguntándonos por las familias de Verviers, afectadas por las inundaciones que han devastado toda una región de Bélgica y varios otros países de Europa el pasado mes de julio. También lo apreciamos cuando, muchísimos de vosotros nos preguntáis cómo les va a nuestros amigos y amigas de Haití, que hacen frente cada día a la violencia de las bandas armadas y a quienes les ha golpeado de nuevo un terremoto este mes de agosto. Y qué ha sido de esa joven pareja de Francia a quienes se ha retirado la custodia de sus hijos y que se encuentran en la calle, nos pregunta Donald desde EE.UU.
Y las familias expulsadas por las inundaciones en Bangui, ¿encontrarán por fin un terreno donde puedan reconstruir sus viviendas, cultivar la tierra y enviar a sus hijos e hijas a la escuela? Y qué ha pasado con los amigos de Goma, ¿han recuperado su casa tras la erupción del volcán? Y a los amigos y amigas de Beitouna en el Líbano, y los de Estados Unidos, ¿cómo les va?
Hemos sentido profundamente el interés que mostráis por aquellos que están en primera línea frente a todas estas crisis que sacuden al mundo. No queríais que Estuvieran solos y ahí está la fuerza de nuestro Movimiento porque contar los unos con los otros es lo que fortalece nuestra resistencia y alimenta nuestra lucha. Nos importa el futuro de los demás, cada vida cuenta, toda persona tiene un valor. Este es el interés que queremos cultivar.
Nuestra radicalidad está en nuestros lazos
No queríais que estuvieran solos, solas, porque sabéis bien que, si algunas catástrofes tienen un eco y provocan un interés y una solidaridad general, otras se producen en silencio y no recaen más que sobre aquellas personas o comunidades que las viven. Tal es el caso de las familias de Montpellier, en el Sur de Francia, cuyo campamento ha sido arrasado unos días después de la vuelta a las clases y que se encuentran dispersas, sin una solución duradera de realojo. La naturaleza no influyó para nada en esta catástrofe, es la consecuencia de la ignorancia y del desprecio en que se mantiene a toda una población por causa de su pobreza.
“La miseria es obra de los seres humanos, solo los seres humanos pueden destruirla”, nos decía el Padre Joseph. Nuestra radicalidad está en nuestros lazos, rechazamos que haya personas que sean consideradas carentes de valor y, cada día, allí donde estemos, tratamos de construir relaciones de cooperación, de apoyo mutuo y de solidaridad. Ahí está el corazón de nuestro compromiso.
Como Marie-Ghislaine de Puerto Príncipe, que salió de su barrio, desafiando la violencia y los disparos, para ir a la casa Cuarto Mundo, donde el equipo se mantuvo presente, para buscar allí el complemento alimentario donado por el programa nutricional, para sus hijos y los de otras familias vecinas que no podían salir. También en otras partes, miembros del Movimiento comprometidos en el día a día, no han abandonado a nadie. Han peleado día tras día al lado de esos jóvenes padres para que se respete el derecho de visitar a su hijo tutelado. Han permanecido al lado de esta joven madre, cuyos derechos habían sido vulnerados, para conseguir una vivienda digna de ese nombre. Organizaron espacios para que ciertas familias pudieran tomar aliento, respirar, descansar de una vida difícil. Se movilizaron para que niños y niñas de diferentes lugares no se desconectaran de la escuela.
En Bangui, las familias expulsadas de su isla por las inundaciones y que se refugiaron a la orilla del río, han logrado unirse. Béatrice, una amiga, diputada, invita a su salón a delegados de estas familias que viven bajo lonas y a representantes de los propietarios de los terrenos donde están instaladas. Ellos, que no se conocían, se reúnen en torno a una misma mesa y logran entablar un diálogo. Sin estos vínculos que se crean y se entrelazan, sin estas inteligencias que se encuentran, ¿cómo esperar construir un camino de paz y resolver una situación imposible?
Caminando hacia el 17 de octubre
Conscientes de todas estas historias de resistencia, junto a aquellas que todos y todas viven también ahí donde se encuentran, avanzamos hacia el 17 de octubre. Este año, la ONU nos invita a celebrar el día mundial para la erradicación de la extrema pobreza en torno al tema:
«Construir un porvenir que ponga fin a la persistencia de la pobreza respetando a todas las personas y el planeta».
Las personas en situación de pobreza son explotadas, dominadas, olvidadas desde hace generaciones. Asimismo, los recursos naturales se saquean y contaminan sin asumir responsabilidades para hacer que sean duraderos. Pero nadie culpa a la Naturaleza por su degradación, sin embargo, demasiadas veces se acusa a las personas en situación de pobreza «de ser ellas las que no quieren salir adelante». Eso es de una violencia extrema, es la violencia de la miseria.
En una sociedad que acepta la exclusión, se considera normal expulsar a personas por un riesgo sanitario o medioambiental y dejarlas sin una perspectiva de acceso a una vivienda decente y duradera. Se considera normal que los encargados de la protección de la infancia separen familias porque sostienen que hay carencias educativas sin tratar de crear las condiciones que permitan mantener los lazos entre padres, madres e hijos. Se considera normal que autoridades públicas locales, nacionales o internacionales respondan a la urgencia de la ayuda a las víctimas de catástrofes y luego las abandonen, e incluso a veces las estigmaticen cuando su situación de extrema precariedad dura demasiado tiempo.
Todo esto sólo es posible porque se sigue actuando como si hubiera personas que tuvieran menos valor que otras y, a veces, ningún valor en absoluto. Todo eso sólo es posible porque se sigue actuando ignorando la resistencia y el rechazo de las personas y las familias más pobres a sus condiciones de vida imposibles.
Responsabilizarnos por todos
Frente a esta cultura de ignorancia, de dominación y abandono, las personas y familias que viven en la extrema pobreza nos invitan a responsabilizarnos juntos por cada persona y por nuestro mundo. Apoyándonos en su experiencia y su conocimiento, podemos construir un mundo justo, respetuoso con la dignidad de toda persona y en armonía con la naturaleza.
Nos invitan a no enfrentar ni disociar las luchas que hay que llevar a cabo sino, a partir de las personas que viven las situaciones más extremas, realizarlas e ir con ellas hasta el final.
Nuestro equipo de delegación general se considera afortunado y honrado de haber hecho camino con todas y todos vosotros durante estos años. Después del 17 de octubre, os acompañará el equipo compuesto por Bruno Dabout, Chantal Consolini Thiébaud y Martin Kalisa.
Gracias a cada una y cada uno de vosotros y, como se dice en lugares muy queridos para nuestro equipo: ¡seguimos juntos!
Buen 17 de octubre.